30 de julio de 2018

"Rosario fue moderna desde un primer momento"

Bajo el sello Espacio Santafesino se acaba de lanzar la edición virtual con descarga gratuita de una obra trascendente, La literatura de Santa Fe.

Acaba de lanzarse, en versión web, el libro La literatura de Santa Fe. Un análisis historico, extenso y documentado trabajo sobre as problemáticas de la creación literaria en la provincia. Su autor, el poeta, narrador y ensayista rosarino Eduardo D'Anna, aborda autores y corrientes, piensa la producción de la literatura santafesina en relación con el canon nacional que se construye desde Buenos Aires y analiza tensiones y desencuentros propios de nuestro territorio. El resultado final se abre hacia ricas y necesarias polémicas.

La literatura de Santa Fe. Un análisis histórico es un libro con muchísima información. Un mapa que delimita un territorio hasta ahora poco explorado. Las corrientes literarias, sus integrantes y las obras que las identifican, dan forma a una especie de guía que permite conocer la historia de las letras de nuestra provincia, desde el momento de la conquista hasta la actualidad. Los autores consagrados, ya clásicos, se mezclan con autores desconocidos cuyos libros —algunos de gran valor— han quedado casi olvidados en bibliotecas o archivos.

Hay una idea de peso que da forma y sentido al libro: se piensa la producción literaria santafesina en relación con la literatura central, es decir, con el canon que estructuró la literatura nacional desde Buenos Aires, que según sus propias necesidades delimita un adentro y un afuera. En menor grado, se analizan los acercamientos y las distancias entre los entornos rurales y urbanos de la provincia, así como las tensiones entre sus dos grandes ciudades: Rosario y Santa Fe.

"Los nombres, las corrientes literarias, las contradicciones y los desenvolvimientos están, ahora hay que ahondar", asegura D'Anna, que nació en Rosario en 1948, fue miembro de la ya legendaria el lagrimal trifurca — revista de poesía local que existió entre 1968 y 1976—, y tiene en su haber veinte libros de poesía, dos novelas, dos piezas teatrales y dos libros de narrativa para niños.

Esta obra constituye su tercera pieza ensayística: en 2007 publicó Capital de nada. Una historia literaria de Rosario. 1801-2000, y en 2005 Nadie cerca o lejos. El centralismo cultural en la Argentina.

Centralidad, provincia y ciudad

"Con Rosario esta provincia cobra mucha fuerza, porque todo el espectro más bien provinciano dialoga con una metrópoli moderna, y lo mismo ocurre con la ciudad de Santa Fe. Ella también es moderna, aunque haya elaborado el mito de ciudad colonial con patios llenos de naranjales para oponerse a Rosario", piensa D´Anna al comenzar esta entrevista, que se realiza en una habitación de su casa atiborrada de libros.

"Pero Rosario sin la pampa gringa sería una hoja al viento —continúa—. La mitad de su población viene de ahí, llega a estudiar y se queda. Creo que la idea de pensarnos una especie de Capital Federal nos perjudica".

 

¿Cómo se traduce la problemática en el terreno literario?

—En los ensayos se puede ver. Los santafesinos quieren hablar de la provincia sin tener en cuenta a Rosario, y los rosarinos quieren hablar de Rosario sin tener en cuenta a Santa Fe. En la producción narrativa, también, las distintas miradas que cada ciudad construyó sobre sí misma se hacen notorias.

Esto puede rastrearse claramente en el pasaje del libro que analiza la corriente regionalista, que existió entre las décadas del 30 y el 40 y cuyo objetivo era mostrar los rasgos particulares de cada región, como un atajo al modernismo de Buenos Aires que se centraba en el área metropolitana. El "regionalismo" escribía desde y para una misma región, ya que no siempre sus autores penetraban en el mercado editorial central.

"Rosario es una ciudad moderna desde un primer momento, fue propuesta y hasta elegida como capital —explica D´Anna—, por eso acá nunca prendió el regionalismo sino que directamente levantamos la corriente realista".

La novela Las colinas del hambre, de Rosa Wernicke, es una de las obras más logradas dentro de esta corriente. Fue editada en 1943. En sus páginas el paisaje rosarino abarca tanto el centro de la ciudad como sus periferias y los personajes hablan un lenguaje moderno, sin rasgos exotizantes.

 

Establecés una diferencia entre las corrientes regionalistas de las provincias y lo que la crítica porteña llama el regionalismo.

—Para ellos cualquier realidad del interior, sobre todo si no es urbana, es regionalista, y no es así. El regionalismo floreció en las décadas del 30 y el 40, pero la literatura central lo usó como un mote menor para designar producciones de otros lados.

De a momentos da la impresión de que percibís la corriente regionalista, e incluso la realista, como un límite a la creatividad.

—El regionalismo tiene un límite que es la obligación de presentar todo de manera exotizante para poder sostenerse en un mercado. Aunque hay casos muy distintos. Gabriel Carrasco es un regionalista de la generación del ochenta que muestra a los gringos muy parecidos a los criollos, porque apunta a la integración nacional. Mateo Booz, cincuenta años después, recalca lo distintivo, cosa que ya no era peligrosa porque la integración estaba dada.

Los límites del propio lugar

Las literaturas locales, regionales o provinciales, insisten las páginas de La literatura de Santa Fe, no solo estuvieron en constante tensión con la literatura central sino con sus propios entornos, muchas veces poco fértiles para el trabajo de los artistas. Por ejemplo Arturo Fruttero, que hoy es un indiscutido de la poesía santafesina, dividía sus escritos entre las tendencias de aquel momento: el vanguardismo y la generación del cuarenta.

"Indudablemente —dice D´Anna en su libro— estaba más dotado para expresarse a través del vanguardismo, pero muy posiblemente no se animó a prescindir de sus otras composiciones, seguramente mucho más festejadas. La inexistencia de una crítica adecuada en Rosario impidió que se afirmara en sus preferencias".

El panorama que mostrás en ese pasaje no parece muy alentador.

—Ya en el año 20 Fausto Hernández escribía poemas vanguardistas, y fue reculando hasta dar con otra salida. Y lo hizo de buena fe. Escribió notas explicando que su objetivo era lograr una cosa abstracta, es decir que quería ser entendido; y la vanguardia no se entendía. No había nadie que te atacara, pero tampoco que te defendiera.

¿Cómo describirías al círculo intelectual de Rosario de aquel entonces?

—Era un núcleo compuesto por cien personas y primaba la escritura de la generación del 40. Ellos estaban todos juntos y no existía mucha posibilidad de pelearse. Me parece que esto explica lo que hizo Fruttero. Si leés, su libro parece que contuviera a dos escritores distintos.

Facundo Marull, con su libro "Ciudad en sábado", de 1941, es presentado como el que inicia un vanguardismo "realmente ortodoxo".

—Marull saca un libro totalmente vanguardista, pero al año siguiente se las toma, se ve que no le dieron ni cinco de pelota. La pregunta es: ¿cómo habrá sido leído en esa época, cuando todavía los novios se trataban de usted?

En los pueblos, ¿que relación había entre un artista, su público y la crítica?

—Yo me encontré con gente muy interesante pero que termina atrapada en la condescendencia del pueblo. Y eso los acostumbra a una escritura fácil. Porque claro, si afinan el lápiz, en vez de sonreírles les van a tirar con todo.

¿El contexto de los 60 y 70 dio lugar a otro ambiente?

—En ese contexto nos podíamos animar a otras cosas, pero en los años cuarenta era muy difícil porque la sociedad estaba muy cerrada en sus valores. Otra cosa a tener en cuenta es que en los sesenta Rosario empezaba a crecer, y entonces los ambientes se diversificaban.

Saltar la barrera

Ubicás a Saer como una superación de la literatura santafesina del siglo XX. Alguien que va más allá de las corrientes literarias.

—Puede ser leído de muchas maneras porque es muy polisémico. Una posible lectura es entenderlo como alguien ferozmente opuesto al regionalismo, del que aún había resabios importantes cuando comenzó su escritura, en la década del cincuenta. Uno de sus personajes dice: "La zona no existe. No puedo extrañar algo que no existe". Creo que en Cicatrices es la única vez en que aparece la palabra región. La Región es el diario que parodia a El Litoral de Santa Fe.

¿Qué operación literaria hace Saer para dar ese salto?

—La tesis que yo tengo es que aparece la literatura demiúrgica, que es la construcción de la realidad por el discurso. La Santa Fe de Saer tiene sus propias reglas, que son las reglas del texto. Un mundo propio que no es ni periférico ni central, es una superación.

¿Qué autores de la provincia pensás que se destacan?

—Hay autores que pasaron la barrera de lo central-periférico, la literatura central siempre deja entrar alguno entre sus delimitaciones, el tema es que la proporción es uno a cien. La ciudad de Santa Fe ha producido nombres más netos. Puedo nombrar a José Pedroni, que sin ser regionalista da una visión de la pampa gringa, y también a Paco Urondo, a quien su muerte como guerrillero le dio otra proyección.

¿Y qué pasa con nuestra ciudad?

—Los nombres no son tan netos, pero hace varias décadas que algunos autores van entrando en el canon. Jorge Riestra es uno de ellos, sin dudas el mejor, pero fijate que su problemática no es la de Saer. Como acá no había regionalismo, Riestra no lo sale a pelear, sino que parte de la idea de que Rosario es igual a Buenos Aires. En su primera época, un lector porteño tranquilamente podía pensar que la acción de sus libros transcurre en Buenos Aires. Si vos llevabas un libro abiertamente rosarino no te lo publicaban, entonces él arma esta cosa ambigua que posteriormente deja de lado para hablar de Rosario concretamente.

Central de poder

¿Pensás que el canon central funciona de forma consciente o inconsciente?

—Es un mecanismo social de selección que depende de la crítica, pero ningún crítico es el amo. Si investigás los años 60, 70 y 80, te encontrás con suplementos y revistas, cada uno con su postura, que iban delimitando ciertas cosas, pero no es que estaba todo organizado. Cincuenta años antes, cuando Leopoldo Lugones dijo que José Pedroni era el hermano luminoso ya bastó para consagrarlo. Lugones fue casi un amo de la literatura argentina durante mucho tiempo.

¿Quiénes son hoy esos críticos?

—El centralismo no es específicamente "los porteños", lo ejercen también muchos provincianos que están en Buenos Aires porque las cosas se administran desde ahí. Además hay gente que está abierta a muchas manifestaciones porque, justamente, son manifestaciones muy fuertes. Lo que es evidente es que estando cerca geográficamente desarrollás una relación más estrecha. Sin embargo, aunque te editen y te promocionen, eso no te asegura las ventas.

¿Había antes una relación más directa entre crítica, promoción y ventas?

—Antes cierta parte de la crítica lograba imponer a ciertos autores. Hoy se exigen escalas de ventas muy grandes y en poco tiempo. En los años cincuenta los plazos eran otros. Había más tiempo.

Las letras de la provincia hoy

¿Ves que dentro de la provincia, actualmente, hay un parámetro que deja cosas afuera y cosas adentro?

—Creo que no. Desde la caída del peronismo surgió una generación, que en principio no era ni peronista ni antiperonista, sino parte de una izquierda crítica, y que en un principio apoyó a Frondizi y se desilusionó. Estamos hablando de que ya había tres grupos, y desde ahí los grupos, los foros y las revistas literarias empezaron a proliferar. Actualmente hay un montón.

¿No hubo en la provincia una puesta en valor de su propia literatura?

—Es una puesta en valor que se está desarrollando aunque no está definitivamente consolidada. Antes las secretarías de Cultura eran una joda. Su concepción de la cultura era algo así como poner una flor en la mesa cuando lo importante es la comida. No tenían presupuesto ni ideas, y las ediciones de los libros eran tan malas que parecían decir: "Soy provinciano, soy parte de una literatura menor". Desde la democracia fueron más abiertas las gestiones. Y hoy cualquier persona joven edita un libro con buena tipografía y bien diseñado.

 

Fuente: La Capital