26 de octubre de 2018

Pasajera en tránsito

Pauline Fondevila es francesa, escritora, artista plástica y música. Llegó a Rosario hace algo más de diez años sin saber casi nada de la ciudad y quedó atrapada por el paisaje y una historia de amor. Creó una constelación artística que la hizo publicar su segunda novela, "Cinco días en Colón".

Pauline va y viene. Entre páginas de un libro, dibujos, melodías y contrapuntos. Pauline nació en una ciudad francesa, Le Havre, vivió también en Barcelona y llegó a Rosario, donde hace unos años se instaló. Su hijo, rosarino de nacimiento, hace poco le dijo que había entendido quién era su mamá: una inmigrante. Pauline Fondevila cruza fronteras todo el tiempo, de las físicas, como el mar o el río, en búsqueda de su isla. Pero también cruza fronteras artísticas. Ella es escritora, artista plástica y música. Pasajera en tránsito.

Pauline suele definirse como náufraga. Podría decirse que es inquieta. En realidad, es pura inquietud. Sus manos no dejan de moverse. Se contornea mientras habla, rasca su cabeza y se acomoda y desacomoda su cabello. Piensa cada palabra que dice. Como lo hizo cuando escribió Cinco días en Colón, su último libro, una nouvelle publicada por Iván Rosado.

Hace unos cuantos años que vive en Rosario, en realidad no se acuerda bien cuándo lo decidió. La precisión sobre algunas decisiones no es una operación tan sencilla de explicar. Sabe que encontró en su hijo una suerte de ancla.

Pauline necesita el agua, esa cosa de puerto que tiene su ciudad natal y también Rosario. Pero a los puertos se llega y de ellos se parte. Ella se percibe en ese tránsito. Igual, elige quedarse, al menos por ahora, para contrarrestar la inquietud. Pero sabe que esa frase no llega a tener cariz de afirmación.

Una movida artística desde Francia la trajo a Argentina. Llegó a Rosario sin siquiera saber dónde quedaba. Luego lo supo, y entonces la posibilidad de una beca hizo que ese tránsito comenzara a fluir. Porque Pauline fluye, necesita el agua. Hay mar en sus palabras, un mar que se mezcla con el río.

Su segunda novela es pequeña y grande a la vez. Cinco días en Colón, es un viaje. Prefiere definirla como autoficción, porque esa suerte de género le permite presentarse como un personaje, entrar y salir del foco.

"No fue un plan", dice en el comienzo la nouvelle y esa será toda una definición, aunque a decir verdad las afirmaciones aparecen más bien como un residuo de la escritura.

Una mujer emprende un viaje hacia una ciudad que tiene un río, a pasar unos días en una casa de la familia de un amigo. Allí vivió un pintor, no vivió solo. En esa casa está gran parte de su obra. Algo que genera intriga en la protagonista y que la llevará a una búsqueda que va creciendo. La novela comienza mínima y va tomando espesura, densidad.

En diálogo con La Capital, Pauline habla sobre la escritura pero también sobre la ciudad y sus artistas. "Rosario hoy es mi puerto", dice sin más.

—¿Cuánto hace que estás en Rosario?

—Hace once años que estoy acá. Es complicado, en realidad, porque tengo varios inicios. Digamos que me instalé en 2007. Inicialmente fui invitada a participar en una exposición de artistas franceses itinerantes. Me tocó Argentina, estuve en Buenos Aires pero sobre todo en Rosario, porque el proyecto se relacionaba con la por entonces Semana del Arte. Después de eso volví con una beca para realizar un proyecto en las islas.

—Y cuando llegaste la primera vez ¿sabías a dónde venías?

—No, para nada. Conocía Argentina por películas o autores, en Barcelona tenía amigos argentinos, pero de Rosario no tenía ni idea. Es más, creo que nunca la había oído nombrar. La primera vez estuve dos o tres semanas, trabajé en el Castagnino supervisando la realización de unos murales. Después volví en 2007 ya con el pretexto de la beca. En 2009 tuve un hijo y ya me quedé.

—¿Tu hijo te ancló en Rosario?

—Sí, por eso la dedicatoria en el libro. Desde el momento que tuve un hijo acá es como que me pregunté un poco menos si me iba o no. Creo que de alguna forma tener un hijo es encontrar un ancla, aunque nunca se sabe.

—Hoy suena raro que una europea decida vivir acá.

—Es raro que sea raro para ustedes, porque es la historia de este país. A mí eso me llama mucho la atención. Recuerdo que cuando hicieron el Día del Inmigrante en la escuela mi hijo me dijo: "Ya entendí lo que sos, una inmigrante". El lo relacionó al toque. O sea, conectó la historia del país con mi situación. La gente se asombra pero, en gran mayoría, es descendiente de europeos.

—¿Vos decidiste quedarte o se fue dando?

—Bueno, decidí quedarme por esto del hijo, del ancla. La novela habla un poco de esta cuestión. De lo que hay detrás de una decisión, como que nunca es algo tan claro. No sé si hay un momento en que una decide que su vida cambie o gire. A veces se trata de estar entre opciones.

— Entre el primer y segundo viaje algo te hizo volver...

—Sí, había una historia de amor y también estaba el paisaje. El río me llamó la atención. De hecho volví con un proyecto sobre las islas, gracias a una beca a la que me presenté en España. El proyecto se concretó y su registro fue premiado en un Salón del Museo Castagnino e integra hoy su colección. Por entonces yo vivía en Barcelona pero se había terminado un contrato. Es decir, estaban las condiciones dadas para que me quedara. Estaba como disponible para que algo pasara pero no es que pensé: "me voy a quedar diez años, tener un hijo". No. Se fueron dando las cosas así y estoy muy contenta de que ocurriera así. Quizá la primera frase de la novela, "No fue un plan", se podría aplicar a mi vida, no sólo a este viaje a Colón sino a vivir acá, Nunca fue un plan vivir acá. Esto sí puede llamar la atención, porque todos dicen "yo quiero vivir en París o Barcelona". Bueno, yo me encontré viviendo en un lugar donde nunca pensé que iba a vivir.

—Todo eso atraviesa tu novela...

—Sí, está la metáfora, que no sé si es tan metáfora, sobre la pista de un naufragio. En mi primer libro está más claro porque es como un diario de una náufraga en una isla. Esta segunda novela sería como la continuidad pero es en realidad es como si yo contara el momento previo al naufragio, el momento cuando uno decide naufragar o irse a la deriva hasta naufragar. El riesgo puede ser el naufragio. Pero también en el naufragio uno puede encontrar algo inesperado. 

—Pareciera que no sólo estás en tránsito geográfico sino en tránsito artístico. Escribís, sos artista plástica y hacés música.

—Escribo canciones. En la banda de música (Perro fantasma) se junta todo. Siempre fue así, desde que nací. Estudié Letras y después Bellas Artes.

—¿Dónde naciste?

—En Le Havre, Normandía. Es un puerto muy importante de Francia y de Europa también. De ahí salieron transatlánticos rumbo a América. De ahí partieron inmigrantes. Hace poco con mi hijo descubrimos que San Martín cuando regresó Europa lo hizo por Le Havre. Cuando vuelva, me gustaría ver si hay un registro de ese paso.

—¿Tenés un lugar preferido en tu ciudad natal?

—Siendo una ciudad que da al mar, creo que la playa es ese lugar. Tengo nostalgia, pero voy seguido. Desde mi ciudad me fui a París a estudiar Letras, de ahí a Lyon a estudiar arte y luego a Barcelona. Después llegué a Rosario, que también es una ciudad puerto. Hay cosas en común que unen mis lugares, puertos, buena música y buenos artistas.

—¿El viaje a Colón existió?

—Fui un par de veces a Colón, pero este viaje, no existió. Debo admitirlo. Es una fantasía.

— Pero es una fantasía con un verosímil muy presente.

—Sí, muchos de los lugares, calles o paisajes existen tal cual. Otros... hay que ver si existen o no. Creo que ese juego es justamente lo que permite la literatura.

—¿Es también un viaje íntimo?

—Sí, en Francia se habla mucho de este género al que llaman autoficción, que se diferencia del denominado giro autobiográfico porque uno juega más con el personaje. Sí, el personaje de Cinco días en Colón podría ser yo. Cuento la vida de un pintor, estoy yo pero está ese personaje. Que me permite ver por su ventana, observar lo que él miraba para poder pintar, tratando de entender esa atracción por el paisaje. Me encantaría ver un río desde mi ventana. Mi gusta mucho contemplar el río.

—¿Tenés algún escritor como referente?

—El que más me marcó fue Bioy Casares con La invención de Morel. Me impactó tanto su formato como su escritura. Borges decía que era un libro que reposaba sobre una mecánica perfecta. Yo no llego a eso ni por casualidad, pero en Cinco días... lo intenté, trabajé mucho de esa manera, para que nada sobre, cuidé mucho la escritura, busqué las palabras.

—¿La escribiste en castellano?

—Sí, mi padre era español. Mi madre es francesa. Ambos, muy lectores. Él también migrante. La novela tiene un epílogo que se relaciona con ese tránsito también. Cuando vine acá hablaba usando el "vosotros" y en un momento decidí abandonarlo y usar el "tú", fue algo consciente, decidido. Pero ahora uso el "vos" y no sé ni cómo ni cuando sucedió. Rosario hoy es mi puerto.

 

Fuente: La Capital