25 de enero de 2019

Cuando el mundo es un dibujo

María Luque, la reconocida dibujante rosarina, publica un nuevo libro donde husmea en la vida de artistas a través de la historia. En diálogo con La Capital cuenta el detrás de escena de Noticias de pintores

El dibujo para María Luque es su mundo. Si hay dibujos, ella se siente más segura. El mundo para María es mejor si existen los dibujos. Y los museos, las bibliotecas y los bares. Elige dibujar en esos sitios, lo prefiere. Sus ojos grandes son el fiel reflejo de su curiosidad. Esa que ahora despliega en un nuevo libro, justamente, de dibujos. Noticias de pintores es su mirada a través de la historia del arte, ella se transforma en una suerte de "intrusa" que husmea en la vida de clásicos pero también de otros menos conocidos. Casi un centenar de artistas son retratados por la dibujante rosarina, hoy reconocida a nivel internacional.

María se define como dibujante nómade, de hecho no tiene un lugar fijo de residencia, pero sabe que Rosario es su refugio. "Me encanta andar así", dice luego de contar que hace un tiempo se desprendió de todo. "Sólo tengo mi valija y nada más", cuenta y una amplia sonrisa invade su rostro. Para la entrevista con La Capital eligió un bar. Es que hace un par de años, cuando publicó La mano del pintor, una novela gráfica que aborda la obra de Cándido López, contó que dibujaba en bares, que necesitaba el ruido característico de esos lugares para concentrarse. Pero algo cambió. María esta vez estaba sentada en una mesa, al lado de un ventanal, pero con dos libros. Uno era un diccionario de italiano-español y el otro sobre arte de esa península. Roma en particular es uno de sus nuevos amores. ¿Y los libros?, los libros siempre estuvieron, desde el inicio, luego contará.

Noticias de pintores, editado por Sigilo, llegará a librerías en febrero. En un adelanto al que tuvo acceso La Capital es posible descubrir un conjunto de historias que poco a poco atrapan la mirada del lector. No es una novela gráfica aunque en sus páginas se cuentan decenas de historias. Pero son mínimas, las más extensas pueden tener tres o cuatro páginas. Las demás son presentadas hasta en un sólo cuadro. Y ahí está el secreto y el valor del libro. Porque ese recurso, la variedad y condensación, invita a querer saber más, a descubrirse, como la autora, incursionando en la historia del arte.

Luque presenta su selección, casi un centenar de artistas, a través de anécdotas alejadas de las biografía formales. Cómo alguien encontró un color de casualidad, cómo una artista siguió la recomendación de un colega y escondió su obra por años, qué hobby podía tener un reconocido pintor o cómo se llevaba otro con sus pares son algunas de las anécdotas que ofrece Luque para interesar sobre la vida y la obra, claro está, de este seleccionado de artistas.

El libro nació gracias a la curiosidad de Luque y fue tomando cuerpo primero en bares y luego en bibliotecas.

Su agenda se despejó o acomodó para darle lugar a Noticias de pintores, como cuando armó ella misma una residencia en Roma para aprovechar un verano silencioso en bibliotecas antiquísimas o cuando aplicó y consiguió otra residencia pero en San Petersburgo, ciudad que aloja su museo preferido: el Hermitage.

De paso por su ciudad, a la que valora por su potencia creadora, Luque habló sobre su nuevo libro, sus preferencias al momento de posar la mirada en la obra de otros artistas y sus modos de ver y de vivir en un mundo a puro dibujo.

—¿Te interesa la historia del arte?

—Siempre me interesó. Nunca me canso de investigar. Creo que desde chica tuve ese interés. No sé muy bien de dónde vendrá esta cuestión. Sí recuerdo que mi abuelo me había regalado unos libros sobre museos del mundo. Eran como una especie de enciclopedia. Y la imagen que tengo es que me quedaba maravillada leyéndolos. Después también recuerdo mi interés por conocer la vida de los artistas. En realidad, soy muy curiosa de la vida de la gente, en general, y mucho más sobre la vida de la gente que me interesa por su trabajo.

—¿Esa mirada te llevó a recorrer museos?

—Sí, claro. Cuando viajo es algo que me encanta hacer. Pero además me encanta visitar casas museos. O sea, las casas de los artistas que después se convierten en museos. Son mi perdición, porque en muchas podés ver su biblioteca, qué libros tenían, cómo estaban acomodados, su ropa, sus talleres. Es muy agradable imaginar a las o los artistas viviendo ahí, pensarlos en su vida cotidiana. Conocer esos ambientes me sirve mucho para interpretar la obra de esos artistas. Muchas de esas vidas están idealizadas, como narradas desde un lugar casi irreal. Después, te ponés a investigar y ves que tuvieron vivencias como cualquier persona.

—¿Te considerás como una suerte de intrusa en la vida de los y las artistas que investigaste para el libro?

—Sí, por no decir chismosa (risas). Yo sé que es una palabra que suena un poco rara para definir lo que siento, pero es así. Me encanta eso de meterme en su vida y revolver entre sus cosas.

—¿De esa curiosidad surgió la idea del libro?

—Yo había trabajado en mi libro anterior (La mano del pintor) con la historia de Cándido López, que es uno de mis artistas favoritos, y me gustó mucho la experiencia de pasarme varios meses leyendo sobre su vida. Yo sólo conocía sus pinturas y pasar por la experiencia de interesarme por su vida me llevó a empezar a leer muchas biografías de artistas, género que también siempre me atrapó. Y empecé a juntar información que me parecía interesante. Yo tenía un diario, porque tengo una memoria bastante volátil. Cada cosa que veía y me llamaba la atención la iba anotando y en un momento me di cuenta que tenía un montón de información que era muy dibujable y empecé a contar algunas historia. Tres, cuatro páginas pero me di cuenta que me gustaba y quería seguir, pero quería que fueran pequeñas historias, mini, y tratando de encontrar de cada artista algo que no se supiera mucho. Así, traté de buscar cuestiones que estuvieran ocultas en sus biografías.

—¿Vos definirías a este libro como una novela gráfica?

—No, no es una novela gráfica. Sé que no lo es pero no sé qué es. Por que no es una historia que se narra como única. Hay muchas, y son mínimas. Para mí fue todo un desafío contar esas historias mínimas, porque estoy acostumbrada a contar a través de una narración que se prolonga. Me gustó encontrarle ese modo, condensado. Pienso que cualquiera de las que aparecen en el libro pueden continuar para adelante o para atrás. Ojalá que quienes lean el libro se queden con curiosidad y quieran saber más, que es un poco lo que me pasó a mí mientras las hacía.

—¿Cómo fue la mecánica de trabajo?

—Y... los libros te van llevando de uno a otro. O sea, leía una biografía y el artista mencionaba colegas que yo no conocía. Entonces iba tras ellos. También descubrí muchas mujeres. Yo estudié bellas artes y tengo el recuerdo de que en la carrera se nombraban siempre a las mismas. Y esa era una inquietud para mí, tenía ganas de saber qué había ocurrido con las mujeres y descubrí gran cantidad que han quedado opacadas por sus contemporáneos hombres. Me pasó también que yo quería incluir en el libro a artistas que me interesaban pero no encontré historias diferentes para contar y también ocurrió lo contrario: encontré historias bien interesantes de artistas cuya obra no conocía.

—¿Qué fuentes utilizaste? ¿Fuiste a muchas bibliotecas?

—Fui mucho a la biblioteca del Museo de Bellas Artes en Buenos Aires. Internet también fue una fuerte, obviamente, pero me gusta más la relación con el papel. También rastreando en libros de amigos.

Vos contás en el libro que en parte lo gestaste en residencias, algunas que te armaste vos misma...

—Sí, tal cual. El libro lo empecé en Buenos Aires, ahí vivía por entonces, por eso iba mucho a la biblioteca del museo. Pero en mayo del año pasado me fui de viaje, algo que ya tenía programado, y pensé en aprovechar ese tiempo para terminar el libro. Todas las residencias que hice las dediqué al libro. Algunas fueron autoresidencias.

   —¿Necesitabas alejarte para concentrarte más?

    —Sí, eso es lo bueno de las residencias, te concentrás en el proyecto. Primero estuve en Roma, tres meses. Esa me la armé yo. Me alquilé una habitación y me quedé ahí trabajando. Me hice socia de muchas bibliotecas para trabajar ahí. Ese era un poco mi sueño. Además era verano y no había nadie en las bibliotecas. Y son lugares increíbles. Fui a algunas antiquísimas. En esos lugares no hay internet, el teléfono no tiene señal. Dibujaba y dibujaba. Además como los dibujos entraban en un página común y trabajé con fibras, marcadores y rotuladores, de pocos colores, azul y rojo, todo entraba en una cartera. 

   —¿Y siguió el viaje después y los trabajos sobre el libro?

    —Sí, de ahí me fui a Lituania a una residencia que no me armé yo y seguí trabajando sobre el libro. Después viajé a San Petersburgo otro mes y a terminar Noticias de pintores. Fue una residencia a la que yo apliqué con este proyecto y me aceptaron. Ahí me dediqué a digitalizar todas las páginas dibujadas. Es una ciudad increíble pero además ahí está el museo que yo más quería conocer: el Hermitage. Después viajé un poco más y me volví en diciembre. Ahora estoy acá unos días mas y el 3 de febrero me voy a hacer otra residencia, esta vez en Suiza. Me invitaron. Durante esa estadía voy a presentar el libro que también sale en España y habrá una muestra.

   —¿Y vas a volver?

    —(Risas) Bueno, creo que después volveré a Roma porque me quedé con ganas de más y lo que sé es que en agosto vuelvo. Pero no sé después.

   —¿No estás con ganas de establecerte?

    —No. Hace tiempo que no tengo casa en ningún lado. Hace más de un año que levanté todo. Y eso es lo que permite ir haciendo estos movimientos con libertad. Sólo tengo mi valija y nada más. Está buena esa sensación. El año pasado regalé todo lo que tenía antes de irme. Libros, ropa, materiales para pintar. Muebles no tenía porque siempre estuve como en casas transitorias. Igual acá en Rosario mis padres me guardan algunas cosas. Rosario es como mi refugio. Me encanta la sensación de andar sin nada. Algunas cosas fue difícil desprenderse, como los libros, por ejemplo. Pero bueno, están en buenas manos.

   —¿Tenés un libro que se llama, justamente, La casa transparente?

    —Sí, lo publicó Sexto Piso (editorial mexicana) y ganó el Premio de Novela Gráfica Ciudades Iberoamericanas. Y sí, mi vida es un poco de nómade. Yo durante bastante tiempo cuidaba casas de amigos y ese libro trata un poco de eso. Son siete casas distintas que cuidé en distintas ciudades de Latinoamérica. Trata sobre cómo era vivir en esas casas y también en esas ciudades.

   —Ahí te metiste en la casa de tus amigos.

   —Sí, en cierta forma fue ver cómo vivían, algo así intenté con los pintores.

   —¿Y qué significa Rosario para vos?


     —Esta ciudad es un semillero que no tiene fin. Me pasa que por ahí me pierdo cosas que pasan pero cada vez que vengo algo me sorprende. Me pasó ahora, cuando vine en diciembre. Estuve en una movida, organizada por un grupo que se llama Cuadrilla Feminista, donde proyectaban dibujos, ilustraciones, hicieron una muestra y vi trabajos de gente que no conozco, son generaciones nuevas y vi una cantidad de talento impresionante. Y con mucha fuerza. Eso es muy alentador, esta ciudad me parece que siempre fue así. Acá siempre hay proyectos y gente haciendo muchas cosas. Me parece que esto se nota para afuera. No sé por qué es, pero ocurre. Hay mucha gente talentosa y eso no para.

   —Trabajás como dibujante e ilustradora, también pintás. ¿Cómo te definís?

    —Me gusta pensarme como dibujante, es donde me siento más cómoda. Es como que abarca todo, lo que hago como ilustración, los libros, es una palabra muy generosa. Siento que es una palabra muy versátil, incluso cuando hago pintura yo digo y siento que dibujo. Es como un techo grande que me protege.

 

Fuente: La Capital