31 de mayo de 2019

La increíble historia de un joven que perdió los dos brazos

Leandro Gil practica surf, estudió una carrera y hasta logró cambiarle los pañales a su hija. La discapacidad no lo frenó nunca.

Hace 11 años Leandro Gil cayó debajo de un subterráneo de Buenos Aires y perdió los dos brazos. Se levantó del andén para pelear la vida de una forma diferente. Aprendió a vivir sin manos y logró ser independiente. Estudió periodismo y formó una familia. Además, brinda charlas de motivación. Ayer estuvo en Rosario para presentar su primera novela.

Es de Caballito, Buenos Aires, periodista y productor de radio. Tiene 33 años y rompe todos los prejuicios contra la discapacidad. “¿Qué pensás que no puedo hacer?” pregunta. Y ante cualquier respuesta acota que él sí puede. Así, se da el gusto de practicar surf y también tiene el ingenio de fabricar las herramientas para poder tener una vida independiente. Ayer, en la II Bienal de Arte y Discapacidad, presentó su primera novela, “Las vías de la herida”, donde relata su vida antes y después del accidente.

Hasta los 22 años llevó una vida “convencional” como cualquier persona que tiene brazos. Pero el 16 de febrero de 2008 todo cambió radicalmente. Había ido a la estación de subtes Jujuy, de Buenos Aires y, por un terrible accidente, quedó atrapado en las vías, debajo del subte, que le cortó los dos brazos.

Fue trasladado al hospital y estuvo cinco días en coma. “Cuando me desperté y me di cuenta de que no tenía los brazos, lloré dos semanas seguidas. Me despertaba a las seis de la mañana llorando y me dormía a las 11 de la noche también llorando”, recuerda en diálogo con La Capital. “En ese momento no era capaz de soportar nada, ni de salir adelante”, confiesa franco y directo.

El apoyo de sus compañeros de escuela resultó fundamental. “Un día uno de mis amigos, Facundo, se cansó de verme llorar y me dijo: “Basta, estamos llorando y no se puede hacer nada, pase lo que pase vamos a estar todos al lado tuyo así que ¡dale!”. Clínicamente, Leandro estaba bien, pero le faltaban los brazos y tenía un pie quebrado. “Sobre todo tenía muchísimos miedos”, confía.

Sus amigos recurrieron al humor negro, un recurso que también utiliza Leandro en sus charlas, porque para él es importante reírse de su situación y desdramatizarla.

Cuando volvió a su casa la rutina lo enfrentó a nuevos desafíos. “Me tuve que poner a pensar en pequeñas herramientas que me permitieran vivir con independencia, porque eso era lo que quería”, asegura.

Así, diseñó un brazalete donde colocar el tenedor y así recuperar la autonomía para comer. Descubrió que a ese mismo brazalete le podía enganchar un palito de batería, y que con eso podía usar la computadora. “Ahí me di cuenta de que podía volver a estudiar” y retomó la carrera de periodismo, que terminó hace varios años.    

“No podía dejarme caer... nunca lo tuve como opción, y además, desde el primer momento, me asombró que había sobrevivido a semejante tragedia”.

El mismo día que tuvo el accidente, una persona falleció bajo las vías del subte unas estaciones más adelante. “Me tuve que hacer cargo de que por algo había sobrevivido, y tenía que animarme a vivir la experiencia de no tener brazos”, relata el hombre que logró superar innumerables barreras.

Hace nueve años nació su hija Lis, y ahora su mujer está embarazada. El no se resigna a ser papá ciento por ciento y por eso cuenta que hasta sabe cambiar pañales.

   Actualmente, Leandro trabaja como redactor en las revistas Forbes Argentina, Bira y el diario La Nación, entre otros. También creó y conduce “Sin Condiciones” y “Under Gráfica”, dos ciclos radiales de discapacidad, grupos vulnerables y arte independiente. En 2012 ganó el premio Gota en el Mar al Periodismo Solidario.

Junto con esto tiene la meta clara de desmitificar la discapacidad. “No es fácil salir a la calle sin brazos, porque la gente te mira con lástima”, apunta.

Su gran deseo es poder, a través de los medios, brindar información sobre lo que es vivir con discapacidad y explicar de qué se trata.

“Yo antes del accidente no sabía cómo era el mundo de la discapacidad, y me fui enfrentando a los prejuicios, por ejemplo en el ámbito laboral. Nadie cree que uno pueda trabajar con normalidad, y también en el plano afectivo. Creen que un discapacitado no puede tener una vida plena sexualmente hablando”, señala.

“Cuando empecé a buscar trabajo me decían que como mucho lograría ser cadete, pero pude demostrarles que conseguí trabajar de lo que me gusta”, asegura el periodista que ya escribió la primera novela y que tiene varios proyectos más en carpeta.

Actualmente, lo llaman para dar charlas motivacionales en empresas, porque al contar su propia vida anima a que muchas personas se atrevan a desafiar los obstáculos que se les presentan.

“Uno nunca sabe qué puede despertar en el otro”, dice y cuenta que en sus charlas, lo que intenta es que quienes lo escuchan se animen a actuar como una persona sin brazos. Así, los anima a que por ejemplo manden mensajes con el celular y la gente se anima a hacerlo con la nariz, y logra que todos se rían. Y es que el humor no falta en su vida, al igual que el esfuerzo incansable

 

Fuente: La Capital