19 de junio de 2019
Innovadora muestra trae “nuevas miradas de antiguos inventos”
La Escuela Superior de Comercio de la Universidad Nacional de Rosario tiene una colección de más de cien aparatos antiguos de física, de principios de siglo XX, en su mayoría fabricados por la empresa alemana Max Köhl. Luego de un largo proceso de recuperación que incluyó su identificación, restauración y catalogación, estudiantes de 3° y 4° año montaron una muestra de los mismos en el marco del proyecto “Nuevas miradas de antiguos inventos” que fue seleccionado por la Asociación Física Argentina y el Programa de Incentivo a las Vocaciones de Física, dentro de los diez mejores del país.
La propuesta apunta a revalorizar y visibilizar el material didáctico antiguo de física como también del laboratorio de química que todavía sigue enseñando, mostrando leyes y principios universales. Además, su propósito es que los alumnos de diversas escuelas puedan tomar contacto con los aparatos y conocer su funcionamiento como también la historia de la física y la evolución de la tecnología. Teniendo en cuenta el aspecto lúdico del espíritu científico, la idea es promover el interés con los cinco sentidos, preguntarse, descubrir, explorar.
Esta obra literaria fue precursora del género de ciencia ficción cuyos contenidos se encuentran basados en supuestos logros científicos. Este sustento científico diferencia la ciencia ficción del género fantástico. El libro de Shelley planteó por primera vez cuestiones todavía relevantes hoy en día: ¿La ciencia debe tener límites? ¿Cuál es la relación entre la ciencia, la ética y la moral, o entre la ciencia y la religión?, y la pregunta más importante ¿qué es la vida?, acompañada de la fantasía que al ser humano lo ha intrigado siempre: derrotar a la muerte.
Restauración
Los aparatos antiguos de física estaban en la escuela desde sus orígenes, hace más de cien años. Algunos se siguieron usando pero otros fueron hallados en un depósito guardados en cajas. Muchos habían sido descartados por roturas o faltante de piezas, lo que obligó a un proceso para restaurarlos y recuperar las partes extraviadas. A su vez, un trabajo de investigación para catalogarlos y entender para qué se usaban, qué principio demostraban y finalmente, ponerlos en funcionamiento. Uno catálogos en francés del año 1920 sirvieron de guía para la tarea realizada por la Profesora de Química, Paloma Moreno, que es la jefa del Laboratorio y por el auxiliar Gustavo Lima.
Los instrumentos didácticos están fabricados con materiales muy nobles y de calidad como el bronce y la madera, muy distintos a cómo se producen en la actualidad. Más allá de la utilidad, la directora del proyecto destaca la estética de los mismos y el reflejo de un momento histórico del país en el que se invertía en educación técnica y científica. En aquel momento conformaron un laboratorio de alta tecnología, cuando la Escuela se dedicada a las artes y oficios.
Ciencia y Literatura
Con la idea de vincular la ciencia y la literatura, en un principio las docentes ideólogas del proyecto pensaron en Julio Verne pero luego se encontraron con una obra emblemática que el año pasado cumplió 200 años: Frankenstein. Escrita por Mary Shelly cuando tenía 18 años, el libro trasciende a nivel mundial. Se trata de la primera novela que toma presupuestos de la ciencia para hacer una ficción, como los estudios de Galvani sobre bioelectromagnetismo o los de Franklin que había descubierto las propiedades del pararrayo. “Ella va más allá de una escritura intimista y femenina, para centrarse en la ética y hacernos reflexionar ¿hasta dónde podemos jugar a ser Dios? ¿podemos revertir la muerte?”, explican las docentes.
A través de esta novela, además, la escritora difunde esos conocimientos dado que en ese entonces los científicos formaban parte de una elite y era muy difícil tener acceso a sus descubrimientos. Las profesoras destacan que en la época de Mary Shelley todo estaba muy supeditado a la moral, a lo punitivo, a lo que se podía o no de acuerdo a la religión. Pero ella se atreve a colocar al ser humano en el centro para reflexionar si puede arrogarse ese lugar y en qué términos. “Hasta el día de hoy la ciencia se sigue preguntando por estas cuestiones éticas”, afirman.
La inauguración contó con una parte teatral en la que los alumnos representaron a Frankenstein y su creador y citaron partes de la obra. A esto se sumó la música con un instrumento llamado “theremin” que trabaja con ondas de frecuencia y fue ejecutado por Juan Iriarte. “Tocarlo es como tocar le aire, hay que tener muy buen oído. Trabaja con un principio físico y se usa mucho para las películas de terror porque produce un sonido fantasmagórico, reemplaza a una voz lírica”, explican.