19 de diciembre de 2019

Un gusano de un milímetro podría cambiar el curso de graves enfermedades

El grupo de investigadores rosarinos liderado por Diego de Mendoza usó un modelo animal multicelular, muy pequeño, en el que probaron con éxito los primeros pasos de un desarrollo científico que abre una puerta para mejorar la calidad de vida de chicos con una enfermedad severa y poco frecuente. Aún no fue aplicado a seres humanos, pero el avance es único en el mundo.

Mide apenas un milímetro. Es transparente. Se desarrolla en tres días y comparte con los humanos el 60 por ciento del genoma. Ese gusanito que se nos parece bastante y que tiene 1.000 células (de las cuales 300 son neuronas) es un modelo de investigación que viene pisando fuerte en el mundo. En él se pueden hacer experimentos para los que antes sólo existían los ratones o las moscas de la fruta. Desconocido para la mayoría de los seres humanos tiene su historia en la ciencia mundial, pero ahora se están encontrando nuevos usos.

Utilizando este modelo, mucho más económico y accesible, un grupo de investigadores rosarinos liderado por el doctor Diego de Mendoza logró un avance sin precedentes: encontraron una primera puerta que podría, en un futuro, tener un impacto positivo en el tratamiento de la enfermedad de Niemann Pick C, también llamada el Alzheimer de los niños.

Lo que los científicos del Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario (IBR) consiguieron en los laboratorios ubicados en el Centro Científico y Tecnologíco Conicet (en la Siberia) llegó a Canadá donde ya lo probaron en células de mamíferos. Ahora se inicia una segunda etapa donde los rosarinos volverán al país del norte con el objetivo de obtener más pruebas y dejar abierta la posibilidad de que el descubrimiento se convierta, en algún momento, en una respuesta concreta para quienes padecen esta severa patología genética que afecta la calidad de vida y el pronóstico de vida. En la Argentina hay chicos que sufren esta dolencia.

Para llegar a ese presente hubo todo un recorrido detrás. El protagonista es Diego de Mendoza, un científico nacido en Jujuy, que vivió muchos años en Tucumán pero hace más de 30 que trabaja en Rosario. Si se hace un repaso rápido de sus máximos logros, se puede decir que el año pasado fue destacado como investigador de la Nación —el máximo homenaje otorgado por el gobierno nacional para científicos que desarrollaron la mayor parte de su actividad en el país—. Que es miembro de la Academia Nacional de Ciencias y de la Academia de Ciencias Médicas de Santa Fe. Que obtuvo numerosos premios nacionales e internacionales por sus aportes en el estudio de la biosíntesis y función de lípidos en bacterias. Y que por uno de los tantos reconocimientos que recibió en su carrera pudo instalarse durante 12 meses en Alemania, en uno de los Institutos Max Planck, donde se dedicó a aprender todo lo referido al gusanito y sus múltiples beneficios para la investigación básica.

 
 

El científico pudo hacer esa experiencia en el renombrado centro de investigación gracias a haber ganado (hace seis años) el premio Alexander Humboldt que consiste justamente en una capacitación de un año en Alemania.

Pero además del esfuerzo y el talento del investigador, en esta historia, la casualidad jugó su cartas. En un congreso desarrollado en Iguazú, de Mendoza se encontró con una colega —que hacía años que no veía— y a la que le comentó lo que estaban consiguiendo en Rosario: probar en el gusano una molécula que los propios humanos producimos y que permite liberar el colesterol que se acumula anormalmente en las neuronas causando enfermedades neurodegenerativas. La mujer, que desarrolla su tarea científica en una importante universidad canadiense, le mencionó que allí estaban intentando encontrar respuestas para los mecanismos básicos de esas enfermedades que se producen por acumulación de colesterol en las neuronas, y le ofreció a De Mendoza que viajen para avanzar en la investigación ya que ellos contaban con ciertos adelantos indispensables para dar otro paso.

Gracias al aporte de la Bolsa de Comercio de Rosario y de la Academia de Ciencias Médicas de Santa Fe, uno de los miembros del equipo, el científico Gastón Prez, viajó a Canadá y consiguió comprobar el hallazgo.

Talento, constancia, curiosidad, relaciones, aportes económicos y sobre todo la pasión por la ciencia llevaron al equipo de Fisiología Microbiana del IBR a este descubrimiento que podría cambiar a futuro en curso de esta y otras enfermedades.

En una charla con Más, el investigador contó cómo llegaron desde Rosario a obtener este avance, único en el mundo; cuáles son las expectativas reales que se abren a partir de este hallazgo, y cuál es la importancia de contar con un organismo modelo como el C. elegans (tal el nombre científico del animalito en cuestión) para probar en él distintos desarrollos científicos. De hecho, en febrero, Rosario será sede de un importante encuentro de profesionales vinculados a las ciencias donde el protagonista será el gusano.

—¿Cuándo se realiza el encuentro en Rosario y cuál es el objetivo?

—Será del 19 al 21 de febrero. Son cuatro conferencias plenarias dictadas por destacados científicos, siete simposios temáticos y veinte charlas cortas para jóvenes. Se va a realizar en la Bolsa de Comercio que nos facilitó las instalaciones y también contamos con la ayuda de la Academia de Ciencias Médicas de Santa Fe, la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas y de la Universidad Nacional de Rosario. Hace tres años el encuentro se realizó en Montevideo. Nos vamos a juntar todos los que estamos interesados en difundir este modelo de laboratorio. Existen distintos grupos de investigadores en el mundo que están dedicados a su estudio y evolución, entre ellos nuestro grupo del IBR. El congreso está organizado por la Sociedad Latinoamericana de Nematodos que está integrada por gente de Uruguay, Chile y Argentina. Es un orgullo que pueda hacerse en Rosario.

—¿Cuál fue su primer contacto con el gusano y por qué le pareció tan fascinante?

—Hace algunos años gané un premio de la prestigiosa Fundación Alexander Humboldt, de Alemania. Ellos me dieron dinero para que pase un año trabajando allá. Podías dividir el viaje en varios meses pero preferí quedarme el año completo para poder aprender mucho más de un modelo que me interesaba. Yo siempre había trabajado con bacterias, que son organismos unicelulares, y esto me interesó especialmente porque se trata de un organismo multicelular. Me enteré de que el gusano es un animalito que tiene mil células, entre ellas 300 neuronas, y es un modelo espectacular en neurobiología para el estudio de enfermedades. El genoma de este gusano está totalmente secuenciado y tiene una alta homología, más del 60% con los humanos. Entonces podés hacer experimentos con el gusano y se pueden extrapolar resultados a las personas.

—¿Qué experiencias había en el mundo con este modelo?

— El primero que decidió trabajar en un animal multicelular fue un destacado científico que primero había trabajado en bacterias. Se llamaba Sydney Brenner y estaba en Cambridge, Inglaterra, en el mismo lugar en el que se descubrió la estructura del ADN. Él eligió un animal chiquito, el gusano, que es transparente, al que tenés que mirar en una lupa y ahí podés ver con claridad qué cosas que pasan adentro. Tiene un ciclo de vida interesante porque desde que se depositan los embriones, los huevos, hasta que crece el animal se necesitan tres días a 25 grados, lo que es genial. En ratones necesitás varios meses y las moscas también tienen un ciclo de vida más prolongado (esos son los otros modelos que se utilizan habitualmente). Es un gusano que se puede encontrar en el suelo.

—¿Había experiencias de su uso en la Argentina?

—El grupo de Diego Golombek, que estudia cronobiología, ya trabaja con este modelo. Fueron los primeros, pero también hay un grupo importante en Bahía Blanca. Y otro grupo en Buenos Aires. No hay tanta experiencia acá, por eso queremos difundirlo. En Rosario somos los únicos.

—¿Cómo llegaron al hallazgo que puede permitir en algún momento encontrar alguna respuesta favorable para la enfermedad de Niemann Pick C?

—El gusanito necesita un suplemento de colesterol, algo que el por sí mismo no puede generar. Lo tenés en una caja de Petri y le das de comer bacterias junto al colesterol. Entonces es posible ajustar la dosis de colesterol. Dicho esto hay que pensar en que hay enfermedades que se producen porque el colesterol se acumula en alguna célula, en las neuronales o en otras del cuerpo. La acumulación de colesterol que no sale a los tejidos sino que queda en las células puede producir problemas neurodegenerativos. Hay una enfermedad genética que ocurre en 1 cada 100 mil nacidos vivos que tiene mal pronóstico. Esos chicos pierden una proteína que necesitan para que el colesterol circule libremente. Es una falla genética que produce acumulación de colesterol en las neuronas. La llaman el Alzheimer de los chicos. Nosotros logramos hacer modelos del gusanito que simulan la enfermedad de acumulación del colesterol. Digamos que le generamos al gusano la falla genética de Niemann Pick C. Quienes tienen este problema de salud presentan síntomas relacionados con la pérdida progresiva del funcionamiento de los nervios, el cerebro y otros órganos. Y no hay una cura por el momento... Nuestro equipo buscó moléculas que pueden liberar al colesterol de las células y nos llevamos la sorpresa de que una molécula que los humanos sintetizamos, que es un endocanabinoide (no sintético sino nuestro) permitía hacer ese proceso que frena la acumulación del colesterol.

—Después usted pudo encontrarse con alguien que en Canadá estaba trabajando en algo similar y avanzar en el desarrollo...

—Sí, de casualidad en un congreso me encontré con Elena Pose. Una persona que conocía de Tucumán cuando ella era una joven becaria y ahora es profesora y directora de un departamento científico de la Universidad de Alberta, en Canadá. Nos pusimos a charlar, le conté lo que estábamos haciendo nosotros en Rosario y me dijo que estaban interesados, que por qué no hacíamos un acuerdo de cooperación. Así fue que Gastón Prez, de nuestro laboratorio, pudo viajar y está por hacerlo nuevamente. Logró reproducir lo mismo que hacíamos en IBR pero en células de mamíferos. Hasta ahora en los cultivos celulares está funcionando. Hay que dar otro paso importante, ver qué pasa si se aplica a la célula de los chicos. Tenemos buenas perspectivas pero debemos ser muy cuidadosos en no generar demasiadas expectativas porque es un camino al que le falta mucho recorrido. Hay que ver qué pasa si le agregamos esos endocanabinoides a las células humanas. Estamos entusiasmados pero es un tema que debe ser tratado con mucha prudencia. De todas maneras es un orgullo haber logrado esto desde Rosario.

 

Encuentro

Nuestra ciudad será sede de un importante encuentro en investigación básica que tendrá al C. elegans como gran protagonista. Se espera la visita de científicos y otros profesionales de toda Latinoamérica. Quienes deseen obtener más información o inscribirse deben ingresar a lawm2020.webnode.es.

 

Fuente: La Capital