2 de febrero de 2020

Libertad y emociones en una camioneta de Rosario a Alaska

Nadal, Paula y su hija pusieron a punto un vehículo modelo 81 y recorren América. Ya conocieron más de 60 ciudades en 6 países.

En la camioneta modelo 1981 que lleva a Nadal, su esposa Paula y la hija de ambos, Libertad, entran las vivencias que ya tuvieron por toda América pero no hay lugar para los prejuicios, una de las tantas cosas que aprendieron en un viaje que comenzó en diciembre de 2018 en Rosario y no tiene fecha de finalización, pero sí destino: Alaska. Los tres rosarinos ya están en Colombia, con el proyecto “El libertador espacial” y se preparan para encarar el segundo tramo del periplo en el que ya conocieron 63 ciudades de seis países distintos, además de cientos de personas y experiencias.

Nadal Domínguez (33, diseñador gráfico) y Paula Dalmasso (28, chef) se conocieron de viaje en Ecuador, sin pensar que de vuelta en Rosario (él estuvo 3 meses, ella 8), se pondrían de novios, se casarían, tendrían a Libertad (3) y comenzarían un viaje que cubre todo el continente americano después de conocer el libro “Atrapa tu sueño”, escrito por Herman y Candelaria Zapp a partir de su interminable viaje por el mundo en un auto de 1929, que comenzó en enero de 2000 y aún sigue junto a sus cuatro hijos.

El viaje de los rosarinos arrancó el 12 de diciembre de 2018 y ya llevan 63 ciudades recorridas hasta Cali, donde se encuentran actualmente y desde donde dialogaron con La Capital, en la casa de una de las tantas personas que llevan conociendo en el viaje.

La casa de los tres es la camioneta, una Ford Econoline de 1981 que compraron después de la venta de una moto de Nadal y la indemnización que recibió Paula después de ser despedida de su trabajo, cuando sus empleadores se enteraron de que estaba embarazada de Libertad. “La compramos y en seis meses la armamos y empezamos a viajar. Pero estuvimos dos años más hasta que la terminamos de armar porque, en el medio de las primeras pruebas, se nos fundió el motor”, cuenta Nadal.

Tantearon la camioneta en un viaje a Córdoba que no salió nada bien: terminó varada durante 9 meses en Santa Rosa de Calamuchita, donde fueron a pasar un Día del Padre a la casa de la tía de Nadal. “A los seis meses que nos habíamos comprado la camioneta para ir a Alaska, estaba varada en el patio de la casa de mi tía. La peor”, recuerda, y Paula agrega: “Cuando la llevamos de vuelta a Rosario le contábamos a nuestros conocidos que nos queríamos ir a Alaska y nos decían que estábamos locos. Y acá estamos, a mitad de camino”.

 
 

Después de un año largo en el mecánico, que incluyó motor, caja de velocidades e interior nuevos, Nadal vendió su parte de un local en la zona de Moreno y San Juan, y arrancó para el sur junto a Paula y Libertad para empezar conociendo el país: “Queríamos conocer primero Argentina y llegar hasta Alaska. Fuimos yendo por lugares que nos llamaban la atención o donde podíamos llegar a armar nuestra feria para vender, donde salía algún trabajo de pintura o de diseño”.

En el día a día, por cada lugar que pasan venden alfajores, stickers y ropa que Nadal se llevó del local que tenía en Rosario. “A veces consigo trabajo freelance y hago murales”, agrega.

Filosofía y aprendizajes

La vida de los tres es como la de cualquier otra familia, pero en una camioneta que recorre el continente. Y en esa camioneta, con ellos, viajan las experiencias y todas las emociones y vivencias que van juntando en el largo periplo que encararon.

“Mucha gente se pregunta por qué estamos viajando así si tenemos miedo, incluso puede pensar que somos unos locos. Sí tenemos miedo y a veces momentos de crisis, como a cualquiera puede pasarle. Es la vida misma, pero arriba de una camioneta y en lugares distintos todo el tiempo”, se sincera Paula.

Por eso es que Nadal agrega: “Vivimos más austeros, sin tantas comodidades para invertir nuestro tiempo en conocer y compartir eso con nuestra hija. En vez de tomar el estilo de vida que nos inculcan, pasamos el tiempo haciendo lo que nos gusta, recorriendo, conociendo y culturizándonos”.

Libertad, según su papá, es “la que mejor la pasa” por la cantidad de amigos que ya hizo en los más de 60 lugares que recorrieron: “Siempre está jugando y siempre nos tiene a nosotros”.

Los dos resaltan cualidades del ritmo de vida que llevan desde hace poco más de un año: cómo cambiar de contexto ayuda a eliminar prejuicios y a valorar las pequeñas cosas cotidianas de cada entorno que transitan. Hoy, contar aunque sea con una parte de esos puntos, es casi imposible e inimaginable para muchos que piensan tener casi todo al alcance de la mano.

Sin detenerse, agregan que el hecho de transformar las crisis en oportunidades para conocer más gente y tener más experiencias es otra de las virtudes de este largo viaje: “Cuando pensamos que hay un problema, termina siendo una oportunidad para conocer a alguien que nos abre las puertas de su casa sin conocernos, para que le contemos nuestras historias, para compartir y conocer el mate con ellos”.

También, en el mejor de los casos para los anfitriones, aprovechar la presencia de Paula, quien es chef, para cocinar algo, comer y seguir compartiendo las vivencias que van juntando: “Siempre lo malo termina transformándose en una oportunidad de un momento inolvidable”.

Sin dudarlo, Nadal dice: “El mundo es redondo para darle la vuelta. Nuestra filosofía es la de aprovechar la vida, disfrutar y conocer”. A eso, Paula suma: “Si vos querés viajar, no hay una, sino mil maneras de hacerlo”.

Cruce a Panamá

La región del Darién es la zona selvática que separa a Colombia y Panamá. Al no haber rutas para cruzar de un país a otro en auto, al lugar se lo bautizó como el Tapón del Darién y es ese el próximo obstáculo de Nadal, Paula y Libertad en la ruta (o, justamente, la falta de ella) hacia Alaska.

Para continuar viaje, la camioneta tiene que viajar en ferry o en un contenedor hasta Panamá y ellos tres, tomarse un vuelo hasta el país centroamericano. Es por eso que habilitaron un canal de crowdfunding (sistema de colaboraciones para la financiación de proyectos) para quienes quieran darles una mano para seguir adelante.

Este sería un nuevo desafío para la familia después del robo de una riñonera en un pueblo de Perú con todos sus documentos, celulares, tarjetas y dinero: “Estábamos en una estación de servicio cargando nafta y alguien la manoteó de adentro. Nos quedamos sin nada, en un pueblo y con el tanque vacío. Fue durísimo”.

Hicieron la denuncia y con la ayuda de algunos soles prestados por distintos policías peruanos para salir del pueblo y poder pasar uno de los peajes, llegaron a otra estación de servicio en la que un camionero también colaboró con la causa: “De ahí nos fuimos a la plaza de Talara, el pueblo siguiente, y nos pusimos a vender los alfajores y los stickers para juntar algo más mientras nos mandaban unos ahorros que teníamos en Rosario”.

El robo hizo que se quedaran seis meses en Ecuador, donde aprovecharon para regenerar los fondos que les sustrajeron y poder seguir el viaje con mayor tranquilidad después de la incertidumbre.

La meta

Si bien el objetivo es llegar a Alaska, no se ponen plazos para completar el recorrido: “Ya llevamos un año y un mes y estamos en Colombia, así que pensamos que un año más, seguro porque estamos a mitad de camino”.

Paula refuerza la idea y dice: “No pensamos en llegar a Alaska todos los días, sino en llegar a la próxima ciudad. De esa manera, nos mantenemos motivados a que en cada lugar estamos un poquito más cerca”.

“Pero estamos más cerca que cuando estaba la camioneta fundida en Córdoba”, se ríe Nadal, quien junto a Paula y Libertad saben más que cualquiera cómo convertir las caídas en oportunidades para seguir adelante.

 

Fuente: La Capital