31 de enero de 2017

Desde Rosario crean nuevo sistema para detectar el papiloma humano

Un grupo de investigadores del Conicet desarrolló un test molecular para detección temprana de más de 15 cepas del virus de papiloma humano, comúnmente llamado HPV, y asociado con el cáncer en mujeres. Fue el resultado de más de 10 años de investigación en Rosario. Este año, y con el apoyo de un inversor privado, será ofrecido a los laboratorios del país. Si bien algunos centros médicos cuentan con el sistema, es muy caro. En los cálculos de los científicos locales éste costará la mitad y podrá llegar a más mujeres. Se trata del primer proyecto gestado en la Aceleradora de Proyectos Biotecnológicos Bio.r, la primera en Argentina en conectar científicos con distintos sectores productivos de la región.

Avance

El kit de diagnóstico molecular del virus HPV fue diseñado por el grupo de trabajo del investigador Diego Chouhy, quien hace 15 años se dedica a esa especialidad. El novedoso mecanismo supera al tradicional papanicolau porque apunta a la detección temprana en mujeres. Mientras el viejo análisis sólo detecta lesiones, el nuevo examen tiene mayor eficiencia y puede adelantarse años a los síntomas iniciales del cáncer en la cérvix. Sin equipamiento específico, permite dar con más de 15 cepas del virus, la mayoría con alto riesgo oncológico. Hace tres años que tiene el ok de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El test es una herramienta más simple para los laboratorios que procesan las pruebas y más barato. En la actualidad, el diagnóstico molecular se hace en un puñado de centros médicos de alta complejidad pero a partir de modelos extranjeros. “Uno de los objetivos del desarrollo científico de un país es sustituir importaciones y mejorar la calidad de vida de las poblaciones. Con este avance se va a llegar a personas que antes no se hacían el análisis porque era muy caro. Este método sale menos de la mitad”, explicó a El Ciudadanola coordinadora general de la Aceleradora de Proyectos Bio.r, Romina Casadevall. Para la biotécnóloga, el kit puede ser vendido en Argentina y otros países sudamericanos. Y más: la metodología puede aplicarse a detectar otras enfermedades virales.

El kit será producido este año por una empresa de base tecnológica con dinero de un grupo inversor privado. La aceleradora ayudará en tramitar dos líneas de financiamiento que tiene el Ministerio de Producción de la Nación para nuevas empresas que buscan dar los primeros pasos.

Es la segunda empresa que nace de la aceleradora. La otra, que funciona desde septiembre, brinda servicios de transgénesis para terceros, esto es, obtener cultivos mejorados. Recién en diciembre, con más de un año de inaugurada, la Nación entregó a través de la cartera de Producción equipamiento para el edificio que está pegado al Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario (IBR) dentro del predio donde funcionan la mayoría de los 13 institutos de Conicet en la ciudad: el Centro Científico Tecnológico (CTT9, detrás de la Ciudad Universitaria.

El test no fue el único proyecto que avanzó desde que abrió las puertas la aceleradora. En 2015 se presentaron unos 15, y 6 quedaron seleccionados para hacer un plan de negocios. Algunos, aún a la espera de inversores, están asociados a otros diagnósticos en salud y a mejorar procesos del agro.

Diferentes idiomas

Según representantes del Conicet y la aceleradora, el principal problema para acercar el mundo de la ciencia y la producción es cultural. El año pasado trabajaron con los investigadores en cómo comunicar no sólo las investigaciones sino los conocimientos y potenciales aportes al sector productivo. “El Conicet fomenta la excelencia en el conocimiento y el sector productivo acostumbra a hacer inversiones más cortas, como vemos con la construcción”, apuntó desde la Oficina de Vinculación del Conicet, Marina Calleia. “El corto plazo del privado no condice con las apuestas de los investigadores”, agregó Casadevall. “La ciencia no puede garantizar la inmediatez. Hay maneras de disminuir el riesgo. Por eso hay que seguir apoyando la investigación de base y la transferencia del conocimiento a la producción. Buscamos ser el nexo entre ambas porque en general a las empresas les interesan más los proyectos cuando están por salir al mercado”, analizó Calleia.

Para las representantes del Conicet, la innovación en la producción tiene que ser más que cambiar una máquina. “Deben aprovechar el conocimiento de los científicos en hacer más eficientes los procesos”, apuntaron.

Desde que se inauguró la aceleradora las autoridades mantienen reuniones y visitas en las carteras nacionales, provinciales y municipales de Producción y también con las cámaras de los distintos sectores en Santa Fe. “Las empresas son reservadas sobre lo que hacen. Tenemos que ganarnos la confianza y mostrar la gran oferta que tiene Conicet. No sólo en innovación biotecnológica sino en el resto de las especialidades”, agregó Calleia.

Ciencia y producción federal

“Buenos Aires tiene un perfil de empresas que producen medicamentos. Si entendemos el desarrollo federal, podemos pensar en la oportunidad para Rosario en crecer en diagnóstico de salud y fertilización, ya que existen investigaciones en marcha”, agregó Casadevall. Para Calleia, que participa de las gestiones de la aceleradora, Santa Fe puede tomar mucho de los investigadores locales para mejorar procesos del campo, la producción de alimentos –en particular, la cuenca lechera–, la industria metal mecánica. De hecho, ambas funcionarias sostienen que no sería malo pensar en aceleradoras de otras especialidades.

El rol del investigador, entre ciencia e industria

El director del IBR y principal impulsor de la Aceleradora de Proyectos Bio.r, Alejandro Vila, dialogó con El Ciudadano y se refirió a los problemas del espacio frente al desfinanciamiento propuesto por Cambiemos con el recorte en las partidas del Conicet para este año.

—¿Cómo analiza el recorte?

—Los efectos son de mediano y largo plazo. Nos preocupa. No solo por la masa salarial. Son inversiones que los Estados tienen que hacer y si se descontinúan se pierde lo puesto. Los países que crecieron entendieron que había que seguir políticas de Estado. No solo en ciencia sino en educación y Justicia.

—¿Cuál es el rol del investigador frente a este panorama?

—Siempre es el mismo: curioso, inquieto y siempre haciéndose preguntas. Sólo de esta manera podés inducir un cambio en la sociedad. César Milstein (argentino nacionalizado británico y ganador de un premio Nobel) descubrió los anticuerpos monoclonales y hoy en día son la base de una industria de 50 mil millones de dólares al año ligada a la salud. Sin el descubrimiento no existirían curas ni dineros. Que haya investigadores que quieren participar del sector productivo es excelente y lo necesitamos. Pero no sirve de nada si antes no hay nadie que se haga la pregunta.

—¿Cuál es el lugar de la aceleradora en este contexto?

—La aceleradora no va sustituir instituciones que existen, como el Inti o el Inta. Pero sÍ puede generar una innovación en un proceso o un nuevo producto. Creo que la clave es la industria de alimentos y el agro. Existe mucha experiencia en ciencia molecular, mejoramiento de plantas, manipulación de bacterias con fines biotecnológicos, entre otros. La inversión de las empresas en un investigador es baja. Y son quienes hacen los quiebres tecnológicos. El desafío siempre va a ser ayudar a resolver problemas al sector productivo de la región.

Entre el acelerador y el freno

La Aceleradora de Proyectos biotecnológicos Bio.r se inauguró en septiembre de 2015 al calor de otro signo político. Fue un paso adelante en la política nacional que hasta la llegada de Cambiemos al poder no dudaba en transferir recursos a los científicos. Buscaba que puedan crear medicamentos y alimentos más baratos, entre otros réditos. En diciembre el gobierno nacional recortó el presupuesto de Conicet afectando el ingreso de investigadores nuevos y los planes de becas. El efecto de la medida es incierto aún. En lo preliminar, menos capital invertido en formar investigadores evita avances como el del kit de diagnóstico del HPV, que requirió 15 años de investigación de base. De forma directa se ataca un beneficio en salud para poblaciones con menos ingresos.

Descontinuar el apoyo a la ciencia obliga al investigador a buscar otro trabajo –tirando a la basura la inversión sobre él–; o irse al exterior –donde genera mejoras para otro país–; o pensar en cómo usar su conocimiento para meterse en la industria nacional. El problema evidente es que el sector productivo está lejos de entender la potencialidad de los científicos. Entonces no puede absorber a los investigadores. Distinto sería el escenario si la aceleradora, un aparato de vinculación que intenta amigar a los dos mundos, tuviera una década de funcionamiento.

Otros recursos disponibles

Siempre según explicaron desde Conicet Rosario, la Aceleradora de Proyectos biotecnológicos Bio.r no es la única herramienta a la que el sector productivo santafesino puede acudir en la ciudad. “Los institutos –existen 13 en Rosario– poseen grandes y complejos equipamientos que la industria debe saber que están disponibles. Van desde el área de física para probar la resistencia de materiales hasta servicios tecnológicos de alto nivel con personas capacitadas. Es un servicio al que contribuimos todos (por los impuestos derivados a la cartera de Ciencia a través de los años)”, apuntó Casadevall. De acuerdo con las funcionarias, ante un requerimiento de una empresa el servicio se presupuesta, factura y cobra. El dinero vuelve a los institutos para hacer mantenimiento de las máquinas. Significa una ventaja si se piensa que estos servicios se hacen en el exterior a cambio de divisas.