25 de abril de 2017

Rosario siempre estuvo cerca

Crónica de 3 días en tierras de Messi, Fito, Olmedo y el Che Guevara. Ocho horas de bus -y menos de auto- separan a Montevideo de la ciudad argentina de Rosario.

Ocho horas de bus -y menos de auto- separan a Montevideo de la ciudad argentina de Rosario. Sin embargo es la primera vez en mi inconfesable cantidad de años que la visito, gracias a una invitación de Hostel Point, donde me alojé por tres noches. La ciudad es famosa por ser donde nació Leo Messi, el Che Guevara, Olmedo y Fontanarrosa. También Fito Páez, que la inmortalizó en su “Tema de Piluso” cantando “Cerca, Rosario siempre estuvo cerca, tu vida siempre estuvo cerca (…) y la vida como viene va, no hay merienda si no hay capitán”. Y Rosario también es conocida entre los uruguayos por su vida nocturna -de hecho muchos uruguayos la eligen como lugar para sus despedidas de soltero- pero también por parecerse a Montevideo en su tamaño (tiene aprox. millón y medio de habitantes, mas o menos lo mismo que nosotros) y en el hecho de tener una linda y cuidada costanera sobre el río.

Día 1 – Martes 11 de abril

En Montevideo hay buses para ir hasta Rosario (se puede ver días y horarios en la web de Terminal Tres Cruces) pero yo fui desde Buenos Aires, más precisamente desde la terminal de ómnibus Retiro, que salen con muchísima frecuencia, más o menos uno por hora. Si bien los pasajes se pueden sacar online en la web Plataforma10, yo lo saqué en la propia terminal y me llevé una sorpresa: el mismo pasaje que en la web valía 300 pesos argentinos (unos 600 uruguayos o 20 dólares) personalmente me costó 240. Pero los precios no son siempre los mismos: para volver a Buenos Aires (que se estaban agotando por ser feriados de Semana Santa/De Turismo así que lo compre online) me costó 400 pesos argentinos, aunque tengo que aclarar que me tocó un coche-cama, que tiene asientos más grandes y cómodos.

Salí de Retiro a las 3.30 de la tarde y unas cuatro horas después llegué a la Terminal de Rosario. Ya era denoche así que me tomé un taxi para llegar al Hostel Point (Catamarca 1837) y después de instalarme y charlar un ratito con Leo, el dueño, y Fede, uno de los chicos que trabaja ahí, siguiendo sus recomendaciones caminé cuatro cuadras hasta la calle Oroño -una avenida muy pintoresca, con cantero peatonal y árboles en el medio, que concentra pubs y bares- y comí una milanesa napolitana en uno de los restaurantes que encontré.

Día 2 – Miércoles 12 de abril

Grata sorpresa me llevé a la mañana: el desayuno incluía pan casero y dulce de leche. Cargada de energía (¡y calorías!) salí a caminar buscando una callecita que me habían recomendado que visitara: la Peatonal Córdoba. Es uno de los paseos comerciales más importantes de la ciudad, y lo hice caminando hasta llegar a la Plaza 25 de Mayo, donde está la Catedral de Rosario, el Museo Municipal de Arte Decorativo y la sede de la Municipalidad de Rosario, también conocido como Palacio de los Leones por las dos estatuas de estos felinos que flanquean la puerta de entrada. Entré a este último, pero solo funciona como gobierno, no tiene salas o galería abierta al público, apenas un pequeño patio con fuente.

Hasta acá todo normal, la peatonal Córdoba me recordó mucho a la Peatonal Sarandí de Montevideo, todo lindo pero muy tranqui, nada extraordinario. Sin embargo una cuadra más adelante llegué al Monumento Histórico a la Bandera, que está emplazado donde el general Belgrano levantó por primera vez la bandera argentina, y ahí si que me sorprendí: sinceramente, por su arquitectura y dimensiones, me sentí como frente a los memorials de Washington. El monumento propiamente dicho es una especie de obelisco de 70 metros de altura con un altar rodeado de estatuas, que visto desde el río tiene forma de barco, pero antes de llegar a él hay además una galería gigantesca de mármol con arcadas, en la que hay una urna cineraria en honor al soldado desconocido: “tumba al soldado desconocido” es el nombre que reciben los monumentos erigidos por las naciones para honrar a los soldados que murieron en tiempo de guerra sin haber podido ser identificados.

El Monumento a la Bandera da sobre la Costanera (o a la rambla, como le decimos los uruguayos) así que decidí hacer toda la vuelta hasta el hostel caminándola. Casi enfrente al Monumento a la Bandera me encontré con un muelle de paseos turísticos en barco y averigüé que ofrecen unos paseos por el río Paraná de aprox. dos horas, por un precio de 175 pesos argentinos (unos 350 pesos uruguayos o 12 dólares) y tienen dos horarios (14.30 y 17 horas) pero no funcionan todos los días: sólo sábados, domingos y feriados.

Era por suerte un día divino de sol de otoño, y por esa razón el paseo marítimo estaba lleno de gente, sentada de picnic tomando mate, o también en bicicletas, caminando y pescando: Rosario es famosa por sus pescados de río, como el dorado, el surubí y el sábalo. En el camino descubrí varios galpones sobre la costanera transformados en espacios culturales -en uno pude acercarme y chusmear por una ventana que estaba ensayando una banda sinfónica, fusionando tango con música clásica- y al caminar un rato más me di cuenta que el terreno iba en ascenso, hasta llegar a una escalinata a la que había que subir para continuar caminando por la costanera, dado que a esa altura de la ciudad se forma un barranco.

Todavía bordeando la costa llegué a la zona conocida como Bajada España, donde muere la calle España, y aunque era tarde para almorzar (casi 4 pm) me senté en el restaurante Flora, siguiendo una recomendación de una amiga, en una mesa con vista al río. Gran decepción que el lugar no ofrecía los famosos pescados de río de la ciudad, pero en cambio pude comer un buen churrasco con puré casero de papas. Estaba a apenas unas cinco cuadras del hostel, así que con la panza llena y agotada de los kilómetros caminados me dormí una siesta de dos o tres horas, y después subí a la terraza porque me habían invitado a un asado con cuatro huéspedes cordobeses y tres amigos de Leo que habían venido a visitarlo. Aprendí una palabra para agregar al diccionario argento: “caranchear”, que es como le dicen a comer el asado en picada (o sea, sin platos individuales) desde una tabla o fuente.

El Point es un hostel instalado en el segundo piso de una casa gigante y antigua reciclada, con una terraza con parrillero y piso verde tipo beergarten, y durante el asado Leo nos contó sus planes de expansión: la planta baja, donde hasta hace poco funcionaba una escuela de cocina, se integrará a la propuesta de hospedaje sumando varias habitaciones pero además mayores espacios de cocina, comedor y living.

Día 3 – Jueves 13 de abril

Hoy tuve un guía turístico de lujo: Leo, que se ofreció a llevarme a llevarme a conocer los puntos de interés más importantes de Rosario, entre ellos La Florida, un balneario a diez kilómetros del centro de la ciudad, sobre el río Paraná, que tiene playas con arena y por eso es el favorito de los locales. Tiene una particularidad, a la que los uruguayos no estamos acostumbrados, que es que una de sus playas es de acceso público, pero la otra es de concesionarios privados y para entrar hay que pagar ticket de ingreso.

En La Florida almorzamos, en un club de pesca con vista al río, la playa y el puente que lleva desde la provincia de Santa Fe (donde está Rosario) a la de Entre Ríos. Este es el puente que se utiliza, por ejemplo, para ir hasta Gualeguaychú, cruzar a Fray Bentos y llegar a Montevideo. Cruzamos el puente y anduvimos un par de minutos, pero del otro lado no hay ciudad (Victoria, la más cercana, está a una hora de distancia) y lo que se ven son campos y bañados.

De nuevo en Rosario, conocí el barrio Pichincha, fundado por inmigrantes que vinieron a trabajar el puerto y el ferrocarril (la estación Rosario Norte está allí), y el pasado famoso por ser sede de varios quilombos (prostíbulos) pero desde los noventa considerado barrio de culto por ser, entre otras cosas, donde nació el actor cómico Alberto Olmedo (1933-1988)

Otro rosarino que hizo conocido el humor de la región es el dibujante y escritor Roberto Fontanarrosa (1944-2007) y de pasada vimos a El Cairo (Sarmiento esq. Santa Fe), un bar tradicional fundado en 1943 donde en la década del setenta y ochenta se lo veía frecuentemente, tomándose un café sentado en la metafórica “mesa de los galanes” que aparece en muchos de sus cuentos.

Bar El Cairo, de donde Fontanarrosa era habitué.

A continuación pasamos por la esquina de las calles Entre Ríos y Urquiza, el edificio el político guerrillero, médico y escritor Ernesto “el Che” Guevara pasó sus primeros meses de vida. Al parecer el hecho de que hubiera nacido en Rosario fue ocasional: sus padres se dividían entre Buenos Aires y Caraguataí (provincia de Misiones, a 1.800 kilómetros de distancia) donde tenían plantaciones de yerba mate. Celia De la Serna, su madre, estaba en embarazo a término en uno de los trayectos por lo que no pudo llegar a Buenos Aires. Otra versión es que, como Ernesto Guevara Lynch y De la Serna se casaron estando ella embarazada, el parto fue allí para alterar la partida de nacimiento y evitar así los comentarios escandalizados de la alta sociedad argentina, tan conservadora en aquellos tiempos.

Casa "Che" Guevara

Departamento donde el “Che” Guevara pasó sus primeros meses de vida.

Mas tarde, yendo por la avenida Pellegrini -que concentra gran cantidad de los restaurantes de la ciudad- llegamos al Parque Independencia, donde también vimos un cartel que recuerda el origen rosarino de Guevara. “Es de las pocas cosas sobre él que vas a encontrar. El Che Guevara nació acá y no le hicimos ni un museo. También nació (el futbolista Leo) Messi, y no hay nada, ni siquiera una sala con un par de fotos y botines en el Newell’s Old Boys, el primer cuadro donde jugó. ¡Nacieron acá dos de las figuras argentinas más conocidas internacionalmente y no tienen su museo! Los rosarinos somos malos con el auto-bombo ¿Te das cuenta?” reflexionó Leo, que tiene a Hostel Point desde hace 10 años e integra la Cámara de Hostels de Rosario.

Ya había atardecido y no es casualidad que hayamos llegado a esa hora: este parque tiene como atractivo especial fuentes de aguas danzantes en su lago, que ofrecen un colorido espectáculo musical luego de la puesta de sol. En verano el show se hace de martes a domingos, pero el resto del año solo viernes, sábados, domingos y feriados.

Mi última noche en Rosario terminó en BeatMemo, un pub y museo de los Beatles sobre la avenida Oroño, que tiene una colección INCREÍBLE de fotos, objetos, discos y más materiales sobre la banda. “Y eso que lo que está expuesto es solo el 30% de lo que tiene el dueño, pero como no alcanza el espacio para mostrar todo, lo que hacemos es ir rotando la muestra”, nos explicó uno de los encargados. Además, en este lugar muchas veces tocan bandas en vivo.

Día 4 – Viernes 14 de abril

Desayuné (¿les conté que el pan casero con dulce de leche estaba espectacular?), saqué online el pasaje a Buenos Aires (era feriado por Viernes Santo y tenía miedo de quedarme sin pasaje: los directos desde Rosario a Montevideo ya se habían agotado) y a eso de las dos de la tarde salí para la Terminal, con ganas de quedarme un poco más en Rosario -el sábado estaba marcada la fiesta Inter Hostel, que dicen que siempre está muy buena- pero por otro lado con planes muy interesantes para el fin de semana en Buenos Aires, de los que se enterarán en el próximo post.

Fuente: Hills to Heels