14 de septiembre de 2016

La inmigración italiana y la arquitectura rosarina

La ciudad de Rosario fue una de las tantas en recibir inmigrantes de todas las nacionalidades. Los italianos que la eligieron, y pronto fueron mayoría, dejaron su marca en las construcciones que aún hoy observamos

Por Arq. Ricardo F. Miranda

La posición privilegiada de Rosario sobre el Paraná, su elevación al rango de ciudad y la apertura de los puertos después de la batalla de Caseros fueron factores determinantes en el flujo migratorio que sufrió a partir de 1852.

La ola inmigratoria fue predominantemente italiana, a tal punto que los de esa nacionalidad llegaron a representar en la Argentina el 50% de los diferentes grupos de inmigrantes.

Organizados en sociedades, clubes, instituciones de bien público, los italianos se integraron a la población local y se fueron emparentando entre ellos y con familias criollas. Traían consigo una fuerte cultura de trabajo y esfuerzo, y muchos sueños de progreso.

Desde la casa “chorizo” a los palacetes del boulevard Oroño, de los clubes a los hospitales, la arquitectura local se transformó en un reflejo fidedigno de la evolución social de los italianos en nuestra ciudad.

Nos detendremos en este artículo en dos tipologías de viviendas: la popular casa “chorizo”, y las grandes residencias, ejemplificadas estas por dos que pertenecieron a miembros de una misma familia de origen italiano radicada en Rosario.

La casa “chorizo”

Fue la vivienda con la que se identificaría al grueso de la clase media. Edificada en terrenos profundos y angostos, el de 10 varas de frente, se caracteriza por la sucesión de habitaciones abiertas a patios laterales. Son casas de una planta, muchas originariamente retiradas de la línea de edificación y con patio o jardín al frente, y las más, construídas sobre la línea, con una puerta lateral de ingreso y uno o dos balcones a la calle. Las construídas con el mencionado receso posibilitaban una ampliación futura hacia la calle, incorporando al frente sala, escritorio y zaguán. Entre el primero y el segundo patio solía ubicarse el comedor, de mayores dimensiones que el resto de las habitaciones alineadas sobre una de las medianeras. Al fondo se ubicaban las áreas “húmedas” de cocina y baño sobre los que solían edificarse altillos con acceso por una escalera exterior.

Con pocas variantes en su disposición interior, en los frentes se observa un amplio repertorio de terminaciones decorativas ejecutadas por una mano de obra usualmente también italiana. Son destacables sus zaguanes, terminados con estuco símil mármol o coloridas mayólicas.

Es común encontrar que muchas de ellas remataban sus azoteas al frente con balcones salientes. Son las llamadas casas inconclusas, construídas pensando en una futura ampliación en planta alta, que no siempre pudo concretarse.

Son casas anónimas, sin protección patrimonial, requeridas por quien ve en ellas potencial de reciclaje. A pesar de ello, el crecimiento en altura de la ciudad hace que poco a poco vayan desapareciendo.

Los Palacetes

Mayoritariamente de la Liguria, llegó un importante grupo migratorio que logró “hacerse la América” en Rosario. Con las residencias que aquí construyeron quisieron poner de manifiesto la posición económica alcanzada, y con ello enriquecieron el patrimonio arquitectónico de la ciudad. El antiguo boulevard Santafesino, hoy boulevard Oroño, alojó numerosos palacetes con jardines al frente y abiertos al arbolado del paseo central, que conquistó a principios del siglo XX una fisonomía muy particular. Lamentablemente, supimos resguardar sólo algunos de estos valiosos exponentes, como el actual liceo Bernardino Rivadavia, propiedad que fue originalmente la residencia familiar de Don Pablo Recagno, obra del arquitecto Ernesto Sackmann, y la actual sede de los Tribunales Federales, construido por Don Eloy Palacios como su residencia, según proyecto de Herbert Boyd Walker, ingeniero y arquitecto.

En la esquina de Córdoba y boulevard Oroño, conformando un impactante portal de ingreso desde el oeste hacia el núcleo central de la ciudad, se alzaban enfrentadas dos residencias que fueron emblemáticas para Rosario, las de los hermanos Luis y Santiago Pinasco, hijos de genoveses, y Luis mismo nacido en Génova.

Residencia de Don Luis Pinasco

La residencia de Luis, atribuida a dos profesionales italianos, Ítalo Méliga y Juan Bosco fue comenzada por él y concluída tras su muerte por su mujer, Doña Ángela Tiscornia. Orientada hacia el norte y el oeste, tenía ingreso por el 2195 de calle Córdoba. Sus líneas arquitectónicas respondían al academicismo francés. Sus fachadas principales, la de calle Córdoba y la que tras el jardín enfrentaba al boulevard, estaban armadas en un orden de clara simetría, con profusa ornamentación de guirnaldas, medallones, pilastras y columnas apareadas. Su terminación exterior era de material símil piedra París. Una rica herrería fue utilizada tanto en los balcones y galería como en la reja del jardín abierto al boulevard; remataba en mansarda adornada con crestería, y óculos en correspondencia con las aberturas de los niveles inferiores. Se destacaban el jardín de invierno de cristales curvos y el trabajado treillage sobre la medianera lindera por Oroño.

Santiago Pinasco nació en Rosario y fue educado en Génova. Encargó su obra a los arquitectos Méliga y Bosco. La residencia se levantó en un terreno de grandes dimensiones, como una villa exenta de planta cuadrada abierta a las cuatro orientaciones, con cubierta plana de azotea. Estaba rodeada de un arbolado parque poblado de canteros de flores. Un espejo de agua flanqueado por dos palmeras era el centro del jardín, en eje con la galería de la fachada oeste. Al contrafrente se abría el comedor principal, y en este sector de los jardines se encontraba una gran pajarera, y al fondo las cocheras. Un profundo balcón protegía el ingreso principal sobre calle Córdoba. El príncipe Humberto de Saboya se alojó en esta casa en su visita a la ciudad en el año 1924 y fue desde ese balcón que saludó a los rosarinos. Interiormente lo más llamativo era la ornamentación art nouveau de algunos ambientes, artefactos de iluminación y mobiliario, las pinturas de Luis Levoni en paredes y cielorrasos, y las pieles de oso polar que cubrían los pisos de la sala.

Hoy, el portón, los faroles que flanqueaban el ingreso y parte de las verjas del jardín se hallan en una vivienda del barrio de Fisherton.

 

Imágenes Arquitectura Italiana (11984 Kb)

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