26 de julio de 2017

Rincones emblemáticos rosarinos: la sede social del Jockey Club

El proyecto pertenece al arquitecto francés Eduardo Estanislao Luis Le Monnier. Se fundó en 1900 y en 1915 se inauguró. El edificio se encuentra ubicado en la esquina de Maipú y Córdoba, en pleno centro de la ciudad.

Por arq. Ricardo Miranda

El edificio de la Sede Social del Jockey Club de Rosario fue proyectado por el arquitecto Eduardo Estanislao Luis Le Monnier. Nacido en París y graduado en 1894 en la École des Arts Decoratifs de esa ciudad, entre  sus obras más sobresalientes figuran en Buenos Aires, el Yatch Club Argentino, el Palacio Fernández Anchorena, hoy Nunciatura Apostólica, la sede de "La Bola de Nieve" (demolida) y  edificios para la familia Bencich. En Rosario, la vivienda para Antonio Chiesa, la vivienda Barlett, (demolida), la sucursal local de La Bola de Nieve, el edificio de la Compañía de Seguros La Rural y el edificio de rentas para el Sr. Castagnino.

El Jockey Club de Rosario se fundó en 1900 funcionando en diferentes  propiedades rentadas hasta la habilitación en 1915 del edificio proyectado por Le Monnier.

 

En 1908 el club adquirió dos terrenos edificados en la esquina de Córdoba y Maipú sobre los que Le Monnier efectuó varios anteproyectos. En los primeros, el edificio se desarrollaba en subsuelo y cuatro niveles superiores: piso bajo con locales comerciales e ingreso de carruajes; piso principal o de honor; piso de socios; salas para la Comisión, esgrima, baños y mansarda y azotea, desde donde “se dominaría todo Rosario y el magnífico Paraná”, según palabras del propio arquitecto.

En 1913 el Jockey Club firmó contrato con Le Monnier para la confección del proyecto definitivo y su dirección. El nuevo edificio, cuya construcción estuvo a cargo de la empresa local “Rafael Candia e Hijo”, se terminó en 1915, año en que se mudó la gerencia, el resto del club lo haría al año siguiente. En 1919 la firma Maple y Cía. se encargó de  su decoración y amoblamiento, enriquecido posteriormente con valiosas obras de arte, adquiridas mayoritariamente en Europa por los directivos del club.

Cesáreo Bernaldo de Quiros, presentó bocetos para pintar los cielorrasos del primer piso, y Salvador Zaino se ofreció a decorar la planta baja y la escalera, pero ninguno de estos trabajos llegó  a concretarse.

Le Monnier  basó el proyecto definitivo en el planteo trazado en los anteproyectos que había realizado anteriormente, restándole un nivel al eliminar los locales comerciales de la planta baja.

Articuló cada piso alrededor de un gran hall central circular al que volcó los demás locales. Este espacio, repetido en todos los niveles era además vínculo vertical de todos ellos y fuente de luz natural: remataba en la azotea en una claraboya, había una doble altura entre el 1º y el 2º, y los entrepisos entre la planta baja y el subsuelo y la planta baja y el 1º eran de ladrillos de vidrio. Logró con esto una iluminación cenital de todo el conjunto.

En el subsuelo el espacio central es el vestuario al que rodean la sala de esgrima, el gimnasio, las duchas, baños, zonas de reposo y peluquería. En la planta baja al gran hall se abrían la sala de billares, la de entretenimientos, la de reuniones de la Comisión Directiva y un bar. De este hall arranca también una importante escalera que lo vincula con los pisos superiores. El primer piso o piso noble es el de salones de recepciones y fiestas, y donde se enriquece la decoración con cielorrasos moldurados, columnas estucadas  con aplicaciones en bronce, aberturas espejadas, paneles en las paredes y pisos de roble de Eslavonia. Al segundo piso Le Monnier lo trató al estilo de un club inglés, con salas de juego y dormitorios, para  uso cotidiano de los

El planteo de fachada es simétrico a ambos lados del cuerpo central ochavado de la esquina, recediendo sobre Maipú un breve sector que corresponde a la zona de servicios. Despegó la construcción del terreno con un zócalo que permitió el aventanamiento del subsuelo.

La planta baja se lee como una unidad, acentuada por un almohadillado continuo que abarca ambas fachadas y la ochava.

En el  primer piso comienza a generarse la torre esquina sobre una galería de columnas que se despega de las fachadas laterales.

En el segundo piso la ochava ya se ha independizado netamente, surgiendo la base cuadrada de lo que en el nivel de azotea será un tambor de base octogonal, coronado por modillones invertidos al modo de la cúpula de Santa María de la Salud de Venecia, o el castillo de Chambord, en Francia.

 

Las fachadas están tratadas con un orden monumental de columnas corintias que nacen en los balcones del primer piso y rematan contra una fuerte cornisa superior. Todo el conjunto se ve enriquecido con el profuso uso de mascarones, ánforas y guirnaldas. En la ochava, sobre el ingreso, una cartela escoltada por dos musas  identifica al edificio e indica su fecha de construcción.

En la actualidad el edificio se encuentra en buen estado de conservación. En 1995 fue restaurado exteriormente, limpiando y reconstituyendo su terminación en símil piedra Paris. Se repararon los sistemas de enrollar de las cortinas, se pintó la herrería y pulió la broncería, resaltando especialmente el magnífico trabajo de la puerta de ingreso, de fabricación local.

La azotea sigue siendo en los meses de verano un concurrido comedor, tal como lo previera Le Monnier, pudiendo divisarse todavía el Paraná a través de las nuevas construcciones de la ciudad sobre el río.

Su interior sufrió intervenciones que modificaron la estructura original. Se eliminó el entrepiso de ladrillos de vidrio del hall del primer piso y más adelante el de la planta baja. Se completaron las losas de estos locales y se terminaron con pisos de parquet en el primer piso y mármol en la planta baja. Quizás buscando darle más privacidad a cada nivel, se cerró la doble altura entre el 1º y el 2º piso, anulando también la claraboya de remate superior. Un ventanal abierto en el muro este de la caja de escalera reemplazó el ingreso de luz natural.

Los usos de los salones se han modificado poco en el transcurso del tiempo transcurrido. Se conserva el mobiliario de casa Maple, valiosas obras de arte, y alfombras chinas y persas.

El subsuelo mantiene sus funciones primitivas.

En la planta baja continúan los billares y se instaló un comedor de uso diario en el salón que antiguamente fue de entretenimientos. Se amplió el bar, y se agregó un baño de damas.

Al piso noble se lo reserva para fiestas, actos culturales y asambleas. Son notables en él el trabajo de vidrio “cloisonné” de uno de sus salones, y el salón de la ochava, entelado en seda.

En el segundo piso funcionan la presidencia, la secretaría y la sala de reuniones de Comisión Directiva. En ellas se destacan la boiserie de madera de laurel, de diseño posterior a la ejecución del edificio y la importante pinacoteca que alberga. También en el segundo piso se ubicó la biblioteca y todas las salas juego de cartas, habiéndose anulado los dormitorios.

Los interiores en general se han ido aclarando, reemplazando con pintura los oscuros papeles que cubrían sus paredes.

Años después de terminado el edificio, Le Monnier participó de un concurso para la  ampliación de su obra.

 En 1919  el club había adquirido la propiedad lindante por calle Córdoba, de 25 varas de frente por 60 varas de fondo. La intensa actividad social que desarrollaba, y el crecimiento notable del número de socios convenció a sus dirigentes sobre la conveniencia de la ampliación de la sede, para lo que contaban con los terrenos contiguos.

En 1924 se llamó a concurso de planos. En las bases se pedía que, respetando las líneas arquitectónicas del edificio, se agregasen un gran hall de entrada, un gran salón de fiestas y audiciones, un gran comedor, pileta de natación, baños turco-romanos, salas de entretenimientos, bibliotecas.

El jurado declaró desiertos el primer y cuarto premios, asignando el segundo a E. Le Monnier y el tercero a Durand, Pibernat y Loizaga, arquitectos locales.

Este proyecto de ampliación nunca se materializó. El club conserva en exposición los paneles presentados por los participantes: magníficas perspectivas a tinta y lápiz y coloreadas en acuarela, testimonios de la destreza profesional de sus autores.             

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