11 de febrero de 2019

Es ingeniero, abogado y a los 86 años está por recibirse de médico

José María Carbone tiene 10 títulos. Como quien colecciona monedas, él juntó diplomas de carreras universitarias, postgrados, cursos y talleres. Estudia porque "cree que prolonga la vida" y “no quiere dejarse engañar".

José María Carbone tiene 86 años y 10 títulos. Como quien colecciona monedas, él juntó diplomas de carreras universitarias, de postgrado, cursos y talleres que hizo. Es ingeniero civil, agrimensor, abogado y está a una materia de ser médico. Estudia porque cree que prolonga la vida y “no quiere dejarse engañar”. Hoy vive de tres jubilaciones, administra edificios y estudia geopolítica.

“Tengo ansias de saber. Somos peces en un mar de mentiras y el conocimiento te acerca a la verdad. Te da libertad para que no nos engañen los de arriba”, dice Carbone a El Ciudadano.

Carbone es la de la vieja escuela. No usa celular y desconfía de las búsquedas por Internet. Las cree responsables de que las personas dejen de pensar. Prefiere los libros y los documentales. Hace poco vio uno sobre geopolítica que mostraba cómo detrás del apoyo a determinados candidatos políticos en Latinoamérica se escondían intereses sobre el petróleo. Pero no quiso entrar en detalles.

Carbone asegura que circula mucha información errónea. Prefiere evitar los intermediarios. Por eso, aún con tres títulos universitarios, sigue estudiando.

Terminó el secundario en el Instituto Politécnico donde se graduó como Técnico Mecánico. En el edificio de Pellegrini y Ayacucho estudió Ingeniería Civil y Agrimensura. Le interesaba la energía nuclear, y aún recuerda cuando tuvo la oportunidad de encender un reactor durante un viaje a Europa que hicieron con los compañeros de la carrera.

Pasó un año y dos meses en la fuerza aérea como parte del servicio militar que por entonces era obligatorio. En el sorteo de ingreso le había tocado participar en la Marina. Carbone quería estar menos tiempo, así que tomó el curso de piloto y pidió el cambio de fuerza.

Durante ese tiempo conoció a Perón y a Evita. Contó que a la mujer del general le gustaba ir de paseo por Aeroparque. No era la única. Muchos jóvenes solían hacer picnic los fines de semana. En una oportunidad, Evita lo visitó un lunes. Vio que el lugar estaba sucio y le avisó al jefe. “Nos retó. Me quedé paralizado”, recuerda.

Como soldado conoció y saludó al general. Le había tocado custodiar la puerta de salida de Aeroparque cuando su jefe le avisó que Perón estaba en camino con una comitiva.

“La orden era frenarlos y hacer el saludo formal para presentarnos. Pero cuando vi los autos blindados y los guardaespaldas que parecían osos no me animé. Le abrí la puerta y lo dejé pasar. No iba a parar al presidente”, cuenta.

Cuando regresó del servicio ejerció la ingeniería. Trabajó en la planta siderúrgica Somisa de San Nicolás. También en obras en Avenida Circunvalación y en la pavimentación de varias calles de Rosario. Se capacitó en construcción. Y con el tiempo levantó la casa donde actualmente vive su hija de 36 años en Fisherton.

Mientras trabajaba como ingeniero, estudió abogacía. Y lo hizo gracias a un “método” que siguió al pie de la letra: estudiaba 45 minutos y descansaba 15. Todo sin dejar de trabajar.

El hombre relata que ya como abogado se dedicó al derecho Civil y Comercial. Rechazó la parte penal porque –dice- conoce compañeros a los que les trajo problemas. También recordó que dio clases en la materia Derecho Real de la Facultad de Abogacía, y estuvo cerca de recibirse de escribano. Pero -recuerda- le pareció mucho pagar los 8 mil pesos que le pedían para rendir el examen final.

Carbone también incursionó en el periodismo, donde escribió artículos sobre ingeniería. Su esposa, Beatriz, trabajaba en un medio de comunicación y lo llevó con ella. “Es una hermosa mujer. Era la más codiciada por la gente de alcurnia y yo le gané el corazón”, dice, medio orgullos y medio entre risas.

El secreto de la vitalidad de Carbone –cuenta- es una dieta saludable. Desayuna con jugo de limón y bicarbonato, hierbas medicinales para la memoria, manzana rallada, huevo frito en agua y mix de frutos secos. Al mediodía come un almuerzo sano y no vuelve a ingerir alimentos sólidos hasta la mañana siguiente. El único permitido es el mate con miel.

“Las energías consumidas al procesar los alimentos se usan en el ayuno para restablecer las células”, asegura el hombre, siempre estudioso. Además toma clases de yoga gimnástica y meditación.

Los estudios de Medicina los había empezado hace varios años. “Quería cubrir todas las áreas. Me falta ciencias económicas”, dice bromeando. En el transcurso de la carrera estudió Epidemiología y Promoción de la Salud. Ahora le falta una materia para ser médico.

“En octubre fui a rendir Clínica Médica. Tenía 41 preguntas correctas pero me faltaron 19 para aprobarla. El plan cambió y las materias son más livianas. Cuando llega Clínica al final de la carrera resulta muy pesada”, cuenta compenetrado el hombre. Confía en aprobarla en el próximo llamado.

 

Fuente: El Ciudadano