8 de julio de 2019

Octogenario pionero, innovador y único: el Museo Histórico Julio Marc festeja

Fue el primero en incorporar la historia de los pueblos originarios y la colonial, como antecedente a los tiempos patrios. Su director, Pablo Montini, le dio perspectiva de género y diversidad. Y tiene un componente extraterrestre que sintetiza su originalidad

Octogenario pionero, innovador, raro y con un extraterrestre de mil kilos como estandarte. Eso es el Museo Histórico Provincial Julio Marc, que este lunes festeja su cumple con piñatas, performance, música y una muestra que reivindica la diversidad como política institucional.

El Julio Marc, en el Parque Independencia de Rosario, es el primero de los museos históricos y uno de los pocos, aun hoy, que integra en sus colecciones la América de los pueblos originarios, la colonial del dominio español y la Argentina “patria” de la Nación independiente.

Un objeto anómalo para una institución de este tipo, y además extraterrestre, resume su amplitud: es El Mataco, meteorito donado al museo en 1937. Esa tonelada de roca metálica que cayó a la Tierra hace 4.000 años fue testigo y protagonista de la cultura indígena del Chaco Austral, de la ambición de los conquistadores y de los designios de soberanía sobre los recursos naturales una vez constituida la República.

La diversidad del Julio Marc va más allá, incluso, y se propone mostrarla en el festejo de sus ocho décadas. Incorpora a la mujer como protagonista de la historia, y pronto lo hará con los colectivos LGBT.

“Para hacer comprensible nuestro pasado, pero también nuestro presente, tenemos que pensar en la relación entre ellos. Nuestros problemas de hoy tienen que ver con el pasado, incluso con las cuestiones de género”, sintetiza Pablo Montini. Es profesor de Historia de la Universidad Nacional de Rosario, investigador y  curador. Dirige el Julio Marc desde 2017, cuando accedió al cargo por concurso al cabo de 15 años de trabajo en el museo.

Obligados con las mujeres
Para los 80 años, renovarán el foco sobre la mayor muestra del trabajo de la pintora argentina María Obligado. “Fue la primera donante del museo. Ella conocía a Julio Marc y entre ambos pactan una donación con cargo: Obligado dice que va a donar sus pinturas, y mobiliarios de los próceres argentinos que tenía su familia, si el museo se terminaba en un año y medio. Le pone esa condición al gobierno provincial. El plazo se cumple, pero ella no llega a ver la inauguración, porque muere un año antes. Julio Marc queda muy agradecido, y pone su autorretrato en el despacho de la dirección”, cuenta Montini.

“Lo que hicimos es poner de nuevo esta historia y reivindicar a esta artista olvidada, una pintora de élite, que vendió dos o tres obras en toda su vida. Tenemos la colección pública más importante de su obra (la otra la tiene la familia). Armamos cuatro salas que cuentan su vida y convocamos como curadora a Georgina Gluzman, una historiadora del arte que se enfoca en el arte feminista. Desde 1928 no se hacía una exposición sobre Obligado”, enfatiza con orgullo el director del Julio Marc.

Desde las 11, por los 80
El cumpleaños arranca este lunes a las 11 con el Taller de guirnaldas, que seguirá hasta las 15 y preparará, también, las piñatas que se van a romper sobre el final con invitados especiales: todos los rosarinos que también cumplan 80 ese día y quieran compartir el festejo.

Desde las 14, y hasta las 17.30, habrá visitas guiadas a las tres colecciones y a las salas “María Obligado, pintora”

A las 18 se inaugura la instalación El Mataco. La diseñaron Guillermo Faivovich y Nicolás Goldberg, que hace 13 años desarrollan en todo el mundo un intensivo proyecto de investigación que combina los roles de científico, historiador y antropólogo para exponer los efectos culturales de un evento cósmico como la lluvia de meteoritos en el Chaco Austral, de la cual el que guarda el museo es parte. Es una sorpresa, pero para spoilearla apenas: incluye una recreación del cráter que dejó la roca al caer.

A la misma hora se presentarán cuatro fanzines sobre el Julio Marc que se armaron durante el verano con 23 dibujantes e ilustradores jóvenes de Rosario, bajo la propuesta de reinterpretar las colecciones del museo.

El cierre con torta, brindis e invitados será a las 19. Con música, también: un show del dúo franco-argentino Perro Fantasma.

Vasallo y el pedazo de asteroide

Bartolomé Vasallo, cirujano y empresario agropecuario entrerriano que hizo carrera y fortuna en Rosario, fue quien donó El Mataco al Julio Marc. El mismo que cedió el “palacio” para que se instalara el hoy Concejo Municipal.

“Era dueño, además, de una gran porción de Campo del Cielo”, aclara Motini en referencia a la extensa región del Chaco Austral, en el límite entre las provincias del Chaco y Santiago del Estero. Allí, hace unos 4.000 años, impactó una lluvia de meteoritos metálicos originados en la explosión, al ingresar a la atmósfera, de un asteroide de 840 toneladas que orbitaba entre Júpiter y Marte desde la infancia del Sistema Solar.

“Vasallo encontró en sus tierras, en 1924, un meteorito al que le llamaron Toba, y lo donó al Museo de Ciencias Naturales de Buenos Aires. Pesaba 4 mil kilos. En 1937, su puestero descubre éste, que se llama El Mataco y pesa una tonelada, y lo dona al Museo Histórico de Rosario. Le diseñó además un marco expositivo, un templete para que se exponga fuera del museo”, reseña el director.

Estuvo fuera del edificio hasta 1991. Lo entraron por seguridad: en esos años, traficantes estadounidenses de meteoritos robaron de la Argentina varias piezas. Fue una seguidilla llamativa, pero cada tanto vuelven los intentos.

 

Del cielo a la triple historia
“Siempre hubo una tensión entre el museo, de historia, y una pieza que tiene una historia anterior a la historia propiamente dicha, es un tipo de objeto que se expone en museos de Ciencias Naturales”, recrea Montini la aparente contradicción. Y se encarga de refutarla.

“Lo que descubrimos ahora, analizando el meteorito, es que sintoniza con cualquiera de las colecciones del Julio Marc”, señala en referencia a la indígena, la colonial y la patria.

Uno: antes de Colón
“Los pueblos originarios de la región del Chaco Austral que vieron esa lluvia de meteoritos, los consideraron objetos místicos, mágicos”, rememora Montini sobre El Mataco, parte de esa visita cósmica.

El mito qom considera que las “rocas” llovidas del espacio eran gotas del sudor del Sol. Ellos, y etnias vecinas como los mokoit y abipones, vieron a Campo del Cielo como el lugar de encuentro íntimo entre la Tierra y el Sol, lo común y lo divino.

Los wichis, que no vieron el fenómeno de cerca, tomaron el relato qom y la adaptaron a su cultura: para ellos, los meteoritos fueron la consecuencia de un ataque de los jaguares a la Luna: los pedazos arrancados al satélite natural que cayeron a la Tierra.

El Mataco del Julio Marc responde al nombre despectivo con el que quechuas y españoles designaron a los wichis.

Dos: los conquistadores
El Mataco contiene también otra de las historias del Julio Marc, la colonial. “A los conquistadores les interesaba mucho el metal, buscaban el oro, la ciudad de El Dorado. Apenas llega el virrey Francisco Álvarez de Toledo al Perú, manda una expedición al Chaco Austral para encontrar estas grandes piedras que consideraban metal, aunque no supieran de cuál se trataba”, dice Montini.

Los españoles habían quedado intrigados por las puntas de flecha y boleadoras de hierro de algunos pueblos originarios chaqueños, y ello les hizo suponer la existencia de yacimientos metálicos que podían atesorar, también, la codiciada plata y el oro. “No sabían que esos pedazos no brotaban de la tierra, sino que habían caído del cielo”, explica el director.

Hubo otras muchas expediciones españolas a Campo del Cielo. En 1779 el primer virrey del Río de la Plata, Pedro de Cevallos, envió una que encontró un objeto metálico al cual llamó Mesón de Fierro. El capitán Melchor Miguel Costas escribió un diario sobre el hallazgo. En 1783, el gobernador del Tucumán, Jerónimo Matorras, ordenó otra en busca de lo que suponía era una gigantesca montaña de hierro y plata sepultada en el Chaco. Y volvió a dar con el meteorito Mesón de Fierro, que dibujó entonces Pedro Antonio Cerviño. Intentaron fraccionarlo con cargas de pólvora, pero la explosión lo hundió bajo la tierra.

Tres, la Argentina
“El Mataco también puede ser un objeto histórico referido a los espacios de historia argentina del museo. Desde los primeros gobiernos independientes, republicanos, empiezan a investigar los meteoritos del Chaco Austral, primero por una cuestión económica o bélica, con la consolidación del Estado nacional, y con el modelo agroexportador mucho más. Pero después, con la creación de YPF, vinculado a la noción de soberanía nacional, que incluye la de los recursos naturales, se los empezó a estudiar y a cuidar en vínculo con la idea del control sobre los recursos nacionales”, completa Montini el triple sentido de la roca, una suerte de síntesis de lo que pretende ser el Museo Julio Marc.

Uno de los “hermanos” de El Mataco, el ya referido Mesón de Fierro, fue redescubierto en 1803. Una expedición regresó a Buenos Aires con un fragmento de mil kilos. Parte de ese hierro se utilizó, después, en la fabricación de fusiles y pistolas para la Fábrica de Armas de Buenos Aires que dirigió Esteban de Luca en los años posteriores a la Revolución de Mayo.

Como dice Montini, el Julio Marc tiene legítima autoridad para contener tantos objetos “extraños” y para ser también pionero en su concepción de diversidades. Lo define como un “museo de museos”, que pese a sus ochenta años se mantiene joven y atento al presente y los nuevos actores sociales y políticos. “La historia siempre es historia contemporánea”, cita el director al escritor, filósofo, historiador y político italiano Benedetto Crocce.


Fuente: El Ciudadano