2 de septiembre de 2020

Cecilia Carranza Saroli: los desafíos de entrenar en pandemia pensando en Tokio

Luego de cumplir el confinamiento en la Argentina, la regatista rosarina -campeona olímpica en Río 2016 junto a Santiago Lange- viajó a Europa para entrenar para los Juegos Olímpicos que iban a realizarse este año pero debieron ser postergados

Tres veces cruzó Cecilia Carranza Saroli el océano en menos de 72 horas. Salió de Buenos Aires, bajó en Madrid, estuvo dos horas con la policía y la mandaron de vuelta en el mismo vuelo de Aerolíneas Argentinas, deportada. No claudicó. De nuevo salió de Buenos Aires, esta vez en un vuelo de Alitalia, bajó en Roma y pudo entrar. El policía le preguntó a dónde iba a navegar. Ella, sin pasaje de vuelta e incrédula, porque ninguna profesión figura en el pasaporte, pensó: "¿Y este cómo me conoce? Tampoco es que soy el Diego". El relato es tragicómico, pero no es ni más ni menos que el reflejo de esa obsesión necesaria que tienen los atletas de alto rendimiento para ser mejores. Corriendo los límites permanentemente. Eliminándolos si es posible. Ella, campeona olímpica en vela en Nacra 17 junto a Santiago Lange en 2016, lo sabe perfectamente. Y se arriesga en ese sentido.

Contó una vez Cecilia que, en el momento en el que estaba por subirse al podio de Río de Janeiro, instantes después de haber conseguido la medalla, sólo atinó a una cosa. A darse vuelta y mirar el Pan de Azúcar, el morro más famoso de la ciudad, ubicado en la Bahía de Guanabara. Había visto ese morro cada día a lo largo de casi un año. Entraba al agua al amanecer, se iba con el atardecer. Ese día, el de la gloria máxima en unos Juegos Olímpicos, necesitó mirarlo cómplice. Y agradecer. Agradeció, respiró y se subió para contemplar la bandera argentina en lo más alto, abrazada a su compañero y llena de lágrimas. De todas las lágrimas. Acababa de hacer lo más grande que se puede hacer en el deporte.

Repetir la fórmula del éxito no es posible en tiempos de pandemia. Así como le pasa al mundo en general, Cecilia y Santiago tuvieron que reinventarse. Es cierto, el plan era estar en Tokio conociendo a fondo el escenario de competencia tanto tiempo antes como lo hicieron en Río. Pero no podrá ser. Y entonces es en Europa desde donde se (re) erige la campaña olímpica. Cuenta ahora Cecilia que la postergación de los Juegos de Tokio 2020 para 2021 fue, en algún punto, un mazazo. Pero sirvió para aprender mucho desde otros aspectos, esos que se obvian en la vorágine permanente. Sin embargo, y pese a que no habrá Juegos este año, algo se mantiene inalterable con respecto a aquella escena de 2016: la necesidad de agradecer. “Me siento una privilegiada porque sé que no todos tienen las mismas posibilidades que yo”, dice desde Italia, instalada en Punta del Ala, una localidad de la Toscana emplazada frente al mar, con su equipo y con los tres mejores del mundo con los que se miden a diario.

- ¿Cómo viene este presente y este reinicio? - Estamos contentos, es un reinicio de actividad muy positivo. La verdad es que era todo muy incierto, habíamos estado mucho tiempo sin navegar. Santi embanderó mucho la lucha para que podamos volver (en junio), no sólo nosotros sino todos los deportistas olímpicos y aunque calculo que eso le habrá demandado muchísima energía y lo hizo muy bien. También creo que sin ese empuje no hubiéramos podido. Muchísimas personas estuvieron involucradas en el tema, pero a él lo vi muy involucrado, fue la cara visible y sus palabras siempre pesan. Después de eso empezó la lucha para viajar a Europa, con un panorama súper difícil. A mí me constó irme de la Argentina en esta situación, estar lejos de la familia, sin pasaje de vuelta. Pero creo que en ningún momento ni él ni yo lo dudamos de que era lo que había que hacer. Estamos felices, haciendo lo que nos gusta y con mucha más libertad.

- ¿Qué es lo primero que pensás cuando ves que tras tanta espera pudieron volver a eso? - Pienso que ‘pobre la gente en Buenos Aires que todavía no tiene ni la posibilidad de tener una cena con un amigo’, y digo Buenos Aires porque Rosario está un poquito mejor. Nosotros acá estamos haciendo lo que nos gusta, con libertad, aunque obviamente en la nueva normalidad. Y no sólo eso, estamos en el mejor lugar en el que podíamos estar, con los mejores compañeros que podíamos tener, creciendo muchísimo en niveles técnicos. De los primeros 21 días en que nos instalamos navegamos 19 y eso fue un esfuerzo físico enorme, especialmente para mí que soy la tripulante del barco, la que más desgaste tiene. Fue un esfuerzo enorme, insisto, pero nos hizo posicionar bastante rápido en un muy buen lugar respecto a los rivales con los que estamos entrenando que no son ni más ni menos que los últimos tres campeones del mundo (Italianos e ingleses).

- ¿Qué tiene que tener ese lugar para ser el “mejor posible”? - El lugar medio que da igual, la cuestión es el grupo, el lugar también es muy bueno, pero hay otros iguales de buenos, aunque prácticamente ni queremos mostrarlo en las redes porque podemos hacer que otros equipos busquen el mismo nivel de entrenamiento que nosotros. Necesitás del rival para poder entrenar y no sólo para exigirte, sino porque necesitás una comparación con otro barco que tenga nivel, porque este no es un deporte de tiempo y marca, tengo que navegar y compararme con ellos. Si estamos navegando y ellos van más rápido que nosotros, enseguida pienso en qué puedo cambiar en mi barco para superarlos.

- ¿Es una buena noticia alcanzar un buen ritmo tan rápido? - Todavía tenemos muchísimas cosas que trabajar pero estamos muy contentos porque la verdad es que en los últimos meses que navegamos nos sentíamos con muchas falencias y hoy con dos o tres cositas que solucionamos estamos mejor. También por algún motivo el equipo está con una ilusión y una energía diferente que nos hace empujar esos límites.

- ¿Hubo que recuperar la energía especialmente después que se anunció la postergación de Tokio 2020 un año por la pandemia? - Imagino que cada caso habrá sido particular, pero creo en la generalidad del bajón de los deportistas porque nos alimentamos de objetivos. Entonces, al no tener objetivos claros es difícil, lógico. Supongo que a cada uno le habrá pegado de una manera diferente porque estamos en diferentes etapas de nuestra vida y de nuestra carrera deportiva. Nosotros tuvimos un momento de dificultad como equipo pero sin embargo también tuvimos la fortaleza de salir adelante y hoy nos sentimos muy bien, estamos contentos y ya empiezan a reaparecer objetivos. ¿Viste que a veces surge el tema de si los Juegos se van a hacer o no por el rebrote del Covid-19? Pero ni lo pienso. La verdad es que me siento bastante agradecida de poder estar acá haciendo esto que nos gusta y disfrutando, que es algo que como equipo es una prioridad y no siempre lo logramos.

- ¿Por qué repetís tanto lo del agradecimiento? - Porque soy de agradecer y porque sé que no todos tenemos las mismas oportunidades. ¿Por qué la gente que hace televisión puede trabajar y los deportistas no? ¿Dónde está el corte? Se requiere más protocolo en el espectáculo que para el flaco que va a remar solo, ¿entonces? No sé, es un debate complejo, estamos en una situación compleja. Lo que quiero decir con esto es que me siento una privilegiada, porque sé que no todos tienen las mismas posibilidades que yo, que nosotros. Ojo, nosotros nos rompimos el culo para estar acá, pero igual soy privilegiada, lo valoro y también me hace sentir la responsabilidad de actuar bien.

- Vos ibas a Tokio a defender una medalla de oro, ¿desde ese lugar afecta diferente? - No, en ese sentido no. No sé si siento que estoy yendo a defender un título. Tendría que pensar un poquito más al respecto. Pero por un lado me toca en un momento de mi carrera deportiva en el que también estoy en busca de cumplir con deseos personales, estoy en busca de formar una familia (quieren ser mamás junto a su novia, la actriz de teatro musical Micaela Pierani Méndez). Tengo por suerte una compañera súper empática y súper orgullosa de lo que hago como profesional, de la misma manera en que yo siento lo mismo por ella y por su profesión. Pero la mía es mucho más compleja porque requiere mucho tiempo afuera y teníamos planes que de un día para el otro tuvimos que postergar un año. Te diría que quizás a mi me costó más que a ella. Algunos pensarán que un año de postergación es una oportunidad para ganar experiencia o físico, a mi me pesa más en el cuerpo. Y Santi más. Nos costó, pasamos momentos difíciles, por eso estoy orgullosísima de mi equipo, porque lo pudimos revertir. Esto me hizo reforzar la idea de que hay que tocar fondo para salir con más empuje, mirando desde otra perspectiva.

- ¿Por qué decís que sentís responsabilidad? Se supone que a tu nivel todo se hace con responsabilidad. - Siento que tengo que hacer bien las cosas. Somos un equipo de personas con exigencia muy alta, hasta creo que muchas veces nos pasamos de la línea porque el descanso mental y físico es parte del proceso y nosotros hasta nos olvidamos de eso, que también nos ha traído muchísimos buenos resultados. A veces corrimos de atrás y nuestra fortaleza nos hizo aplicar esa receta que es antimanual. Es eso de no permitirte pensar en otra cosa más que en intentar ser los mejores deportistas que podamos ser. Igual, esta responsabilidad de la que hablo siempre la sentí, en cada parte de mi carrera, de diferentes modos, porque fui creciendo, aprendiendo. Y en mi deporte las variables son infinitas.

- ¿Cómo fue ese primer día al aire libre entrenando post confinamiento cuando el gobierno autorizó a los olímpicos? - Ese primer día no fuimos a navegar sino a armar el barco. Volví a casa destruida, simplemente por haber estado todo el día al aire libre. Fue un día frío, de mucho viento, estaba como si hubiera navegado 6 horas seguidas. ¿Qué cosa el cuerpo, no? La verdad es que a nosotros nos cuesta hacer progresivo, algo de lo que tanto se habla. Nosotros somos deportistas a los que nos cuesta. Por otro lado en Buenos Aires ya era invierno y en invierno no se puede navegar tanto, lo hacíamos unas dos horas por día. Algunos días no pudimos por cuestiones de trámites y entonces fue progresivo más por esto que por otra cosa. De repente en Europa navegamos lo que navegamos desde el principio y te digo, se me rompían los brazos, ponía las manos en hielo todo el tiempo, estaba muy cansada. Navegamos al límite, aunque no cambiaríamos nada.

- ¿Qué te enseñó este tiempo de pandemia que te obligó a detenerte? - Me di cuenta de que disfruto mucho de estar en casa y en familia cuando pensaba que era una persona que no podía hacerlo, lo disfruté mucho. Me hizo dar cuenta que tengo ganas de seguir haciéndolo, de tener la familia que tengo, que no es poca cosa porque hay gente que se dio cuenta de lo contrario. Me hizo ver que el tiempo para pensar está bueno y que uno muchas veces en la vorágine no se lo toma. Está bueno parar la pelota, reflexionar, ver a dónde estamos, ver si verdaderamente estamos en el lugar en el que queremos estar, porque en definitiva todo lo que una hace hoy es la construcción de lo que va a ser mañana.

- ¿Cómo te sacás a Tokio de los pensamientos? - Aprendí en este tiempo que tengo que valorar y agradecer que puedo estar haciendo lo que sé. Obviamente es más fácil tener objetivos a largo plazo y el panorama claro, pero estamos todos en la misma situación. Mientras tanto agradezco poder estar navegando, creciendo como profesional. Si se hace se hace y si no habrá que juntar las cartas, mezclar y repartir de nuevo.

- ¿Cuál es el objetivo en el plano más corto cuando el largo plazo se hace más difícil? - Intentamos focalizarnos pero es jodido, hay cosas que tenemos que planificar sí o sí a largo plazo. Por ejemplo, nuestra logística es muy compleja, tenemos un container en Japón con tres barcos y para mover esos tres barcos tenemos que tomar la decisión, mínimo, con un mes y medio de anticipación. Estamos pensando a dónde vamos a mandarlo, a dónde vamos a hacer la temporada de verano. En algún punto estamos constantemente mirando para adelante y los planes B y C que podemos organizar. Pero por otro lado estamos metidos en esto de aprovechar esta oportunidad de trabajar muchísimo en cuestiones técnicas. Hay un aprendizaje diario. En teoría veníamos acá a hacer dos torneos este año y nos íbamos a los Juegos Olímpicos. Teníamos un barco justito por eso, así que hubo que empezar a comprar materiales.

- ¿El ideal era Japón como fue Río 2016 en aquello de instalarse un buen tiempo antes? - Nuestro ideal era Japón. Estuvimos tres veces ya y la más larga fue de tres meses. Pero sí, era nuestro ideal de campaña olímpica, para conocer a fondo el lugar. Queríamos estar ahí aunque no fuera nadie.

INSTALARSE EN EUROPA, UNA ODISEA TRAGICÓMICA

Los deportistas de alto rendimiento poco entienden de límites. Por eso, apenas se les permitió a los atletas olímpicos entrenar, allá por junio, Cecilia Carranza Saroli y Santiago Lange empezaron a ver cómo salir del país, para buscar clima cálido y alto nivel de entrenamiento. Ahí empezó la odisea, que hoy se cuenta a modo de comedia dramática, pero que supuso un gran estrés a principios de julio y que los obligó a una cuarentena de 14 días al llegar al Viejo Continente. El dato de color es que en el primer intento Cecilia fue deportada desde España. Tres días después se tomó un vuelo a Italia. Y pasó.

Con Santi viajamos juntos a Madrid en Aerolíneas Argentinas, no pude entrar y me volví en el mismo vuelo. Paralelamente estábamos trabajando por si eso no funcionaba, sabíamos que había otro de Alitalia, que manejaba el consulado, y salía a los tres días. Así que estábamos paralelamente pidiendo cartas a la Federación Italiana de Vela, al Comité Olímpico Italiano, o invitaciones que nos digan que íbamos con motivos deportivos. También lo hicimos con España, pero nos bajaron el pulgar. Así que cuando llegué estuve dos horas con la policía y volví (risas). En teoría sólo podían ingresar residentes y las fronteras estaban cerradas para argentinos. Pero en medio del caos Santi, que era residente pero tenía sólo pasaporte, entró. No sabemos si el policía se confundió pero dijimos 'más vale uno adentro’"

Cecilia volvió a la Argentina para reintentarlo. Aunque reconoce: “Fue caótico, agotador y a los tres días tenía que pasar por el mismo estrés esperando que me dejen entrar por Italia, pero ahí la segunda movida, vía Roma, terminó saliendo bien”. Es más, dejó una anécdota. “El flaco (el policía) me mira el pasaporte y el pasaje y ve que tengo conexión a Milán (de allí tenía que ir en auto al Lago Di Garda), entonces me dice: ‘¿En Milán dónde vas a navegar?". Me río, porque en el pasaporte no dice que soy navegante y tampoco soy el Diego que me conocen en el aeropuerto o en cualquier lado. Así que le pregunto cómo sabe que soy navegante: 'Soy policía y sé todo’, me lo cerró. Claramente estaba avisado”, concluye.

Fuente: La Capital