15 de enero de 2021

Una rosarina, las cenizas de su padrino y la historia oculta detrás de uno de los murales más fotografiados de Mar del Plata

“La Flor del Mar” nació en febrero de 2020 por un trabajo de Lía Merello, una joven de 27 años que buscó inmortalizar un recuerdo y logró transformar su arte en una experiencia reveladora.

A pocos metros de la Plaza de las Américas de Mar del Plata los molinos de viento ejercen su fuerza de acción. Un padre le pide a su hija por tercera vez que tenga cuidado cuando baje los escalones. Ella asiente con la cabeza, se toma de la pared, mira el mar, y le pide a su mamá que le saque una foto. “Que salga la flor”, le dice. “Es hermosa”, responde su madre, sin saber que detrás de lo que parece un simple mural se esconde una de las tantas historias ocultas de Mar del Plata.

Las rocas que soportan las arremetidas de las olas embellecen la intervención humana. Sobre ellas se leen declaraciones de amor, nombres y fechas. Sin embargo quedan minimizadas por la flor que Lía Merello, rosarina de 27 años, pintó en la única porción de concreto que se mantenía virgen en dicho espacio urbano.

No lo hizo porque sí. “Llevo a cabo distintas disciplinas artísticas y una de ellas es el muralismo”, cuenta a Infobae. “Comencé en 2018 en mi ciudad. Y hace algunos años, con mi mamá, decidimos viajar a Mar del Plata. Me volví completamente consciente de la fuerte conexión que me genera estar cerca del mar. En cada oportunidad que tengo disfruto simplemente de observarlo por horas. Su fuerza, su energía, su inmensidad. Pero el mural tiene una historia detrás”.

Uno de los vendedores de la zona reveló que no hay día, sin importar el clima, en el que decenas de personas al ver la pintura decidan bajar esos pocos escalones para fotografiarse. “¿Vas a buscar quién lo hizo? Si hablás con ella decile que es muy popular, que se sacan fotos todo el tiempo con lo que ella hizo”, insistió el comerciante.

Lía Merello inmortalizando a su padrino en una pared, a metros del mar

“Mi relación con Mar del Plata siempre fue de mucho cariño. Cuando era niña tenía familiares, los cuales íbamos a visitar. Pero la historia de hoy pasa por otro lado. Si hubo alguien que marcó mi vida y la llenó de amor fue mi padrino, quien cumplió su lugar como pocas personas lo harían. Realmente terminó siendo un padre y a él, como a mí, también le apasionaba el mar, en especial el de Mar del Plata”, dijo Lía.

En el 2014 su padrino murió “y aunque compartimos muchos momentos, el estar juntos observando las olas nunca sucedió. Aquel año, de un día para el otro, se fue de este plano y sus restos llegaron a las aguas saladas. Los arrojamos justamente ahí”.

“Durante febrero de 2020 viajé con mi mamá y un amigo. Fue la última vez que estuve en Mar del Plata. En esta oportunidad ya había comenzado a pintar algunos murales en mi ciudad y sentí la necesidad de poder dejar mi huella. Fue así como una mañana, junto a mi amigo, decidí buscar ese sitio que nos llamara y nos permitiera entender con claridad que era ahí”, reveló Lía.

También explicó que aquel día, sin pensarlo demasiado, buscó en el sector de los pescadores, entre La Perla y la Playa Bristol, “un espacio, pequeño y apagado pero junto a la gran inmensidad de quien me provoca muchas emociones. Fueron solo algunas horas y a partir de ahí la flor comenzó a nacer”.

Durante el proceso, Lía recordó que la gente se paraba a observar cómo pintaba. Incluso la alentaban. “Fue mágico encontrar a una amiga de la secundaria con su pequeña hija paseando por ese lugar. Hacía más de 15 años que no nos veíamos. Se sentían unas energías fuertes pero siempre muy agradables. Y desde ese instante final, la flor comenzó a tener su propia vida”.

Lía relató que, a los pocos días de regresar a Rosario, comenzaron a llegarle mensajes de turistas y locales que fotografiaban el mural y querían conocer su historia. O simplemente buscaban entregarle el retrato fiel de que su arte había sido apreciado.

“Desde ese entonces aún no pude volver, pero hay algo que me mantiene muy cerca de la ciudad más allá de mi padrino: muchos se fueron comunicando conmigo porque suelen encontrarme ahí, pintada de flor, junto al mar. Porque si hay algo que tenemos presente con algunos colegas es que una vez que terminas un mural urbano, instantáneamente deja de ser tuyo y pasa a ser del entorno, a tomar su propio camino”, expresó.

Y detalló: “Me felicitan, me agradecen, hasta llegaron a redactar una nueva historia con voz propia en Instagram. Todos estos detalles generan en mí un gran cariño y mayor cercanía al lugar. Ansío poder reencontrarme nuevamente con ese espacio y quizá, si la ciudad me lo permite, seguir dejando pequeñas huellas en lugares inciertos”.

“Hoy, la flor que le obsequié a esa inmensidad, la que me conecta con mi padrino, dialoga con todo aquel que pasa. A veces simplemente con una mirada. Desde entonces sé bien que cada vez que me reencuentro con el mar, también es un reencuentro con él”, completó Lía.

 

Fuente: Infobae