14 de junio de 2021

Rosario: mucho más que mi infancia y mis amigos

¿Viajes largos? Se complican en estos tiempos, no hace falta ahondar en los porqués que todos conocemos. Hay un auge de turismo de escapadas, de cercanía y, afortunadamente, sobran propuestas.

Hay muchas y buenas razones para planear una escapada a Rosario, un fin de semana o un par de días entre semana en los que no haya confinamiento estricto.

Soy rosarina y viví más de la mitad de mi vida en la ciudad. Me reconforta ver cómo se ha abierto definitivamente de cara al río, su joya más preciada. Rosarinos y visitantes gozan de los parques, de los bares y de todo lo que ofrezca un balcón natural hacia el Paraná y las islas entrerrianas (dicho sea de paso… terminen con las quemas de una vez porque están matando al humedal)

Se me hace difícil hacer justicia a todo lo que hay para hacer en una ciudad con tanta oferta y tanta historia, por lo que pido disculpas anticipadas si algo no entra en este resumen.

De todo como en botica

Rosario tiene todo. Aire libre, gastronomía, verde y agua y noche agitada en tiempos no pandémicos. Se impone visitar el Monumento a la Bandera, y las canchas de Newell´s y Central en las que se disputa el Clásico más apasionante del país. Capturar sus cúpulas maravillosas, las palmeras de Boulevard Oroño, sus museos y espacios verdes.

En Rosario, al pochoclo se le dice "pororó" (Foto Valeria Schapira).

¿Arrancamos? Descargate la app Rosario Turismo en el celu, zapatillas cómodas y avanti. Existen distintas formas para recorrer. Si hay tiempo, a pie es buena opción. Hay un bus turístico (City Tur Rosario) que ofrece una panorámica ideal para los visitantes primerizos. Es un hop on – hop off con audio. Uno puede bajar en los puntos establecidos y retomar el paseo más tarde. Las bicis públicas son otra buena opción.

Desde el Monumento a la Bandera, sugiero atravesar caminando la ahora alicaída peatonal Córdoba hasta llegar al Paseo del Siglo. Es un recorrido obligado para conectar con la Belle Epoque rosarina y ver edificios como el del Jockey Club y la antigua tienda La Favorita.

Si uno desvía un poco hacia el lado de calle Santa Fe, en su intersección con Sarmiento está el mítico bar El Cairo, sede de la mesa de los galanes del Negro Fontanarrosa. Un café y una foto con la estatua del Negro, se imponen. Cruzando la calle se encuentra el Palacio Fuentes, una de las joyas de la arquitectura de la ciudad en la que hoy funciona el Museo Internacional para la Democracia.

Una imagen del parque de la Independencia (Foto Valeria Schapira).

Boulevard Oroño, donde el viento peina palmeras, es zona de bellas residencias, bares y restaurantes. Hay ferias de artesanos y las llamadas El Roperito y La Huella, de ropa vintage y antigüedades, frecuentadas por locales y visitantes de las localidades cercanas.

A lo largo de la franja costera, abundan bares y restaurantes con vista franca al río. Los fines de semana y feriados, allí frente a los silos que albergan el Museo de Arte Contemporáneo, la zona se cierra al tránsito para que todos puedan disfrutar de sus caminatas, paseos en bicicleta, etc.

Se encuentra también el barrio Pichincha, delimitado por las calles Vera Mujica, Santa Fe, el Boulevard Oroño y Avenida del Valle. Supo ser una zona prostibularia que se ha transformado en uno de los barrios residenciales más lindos de la ciudad, además de “la” zona para tomar o comer algo.

Pichincha, el barrio de Alberto Olmedo lo homenajea con una estatua frente a la estación del ferrocarril Rosario Norte, lugar ideal para una foto bien rosarigasina.

Siguiendo por la costanera, camino a la zona norte –y a la cancha de Rosario Central- , se llega al “Puerto Madero rosarino”, Puerto Norte, una urbanización de torres altísimas -con privilegiada vista ribereña- donde abundan restaurantes y bares. A cuadras de allí, el shopping Alto Rosario es un placentero paseo de compras que ha recuperado las estructuras originales del Ferrocarril Central Argentino.

No ha estado en Rosario quien no visitó el balneario “La Florida” (La Flora, para los locales). Llevate el mate y sentate un rato a mirar el agua.

La oferta cultural es inagotable y al ya mencionado Museo de Arte Contemporáneo, se le suman clásicos como el Castagnino, el Estevez, el de Arte Decorativo y el impresionante Museo del Deporte Santafesino, en la zona sur de la ciudad. Solo algunos, claro.

El "Barquito de papel" (Foto Valeria Schapira).

No hay quien no deslumbre en Rosario con el llamado Tríptico de la Infancia: la Granja de la Infancia, El Jardín de los Niños y La Isla de los Inventos.

Sacarse una foto en el “calendario” de flores del Parque Independencia es un must. El Rosedal, el Laguito –en el que se pueden alquilar bicibotes a pedal- solo algunos de los puntos ineludibles del pulmón más grande y tradicional, diseñado por Carlos Thays. En el parque, se encuentra el estadio de Newell´s Old Boys. El secreto es recorrerlo comiendo pororó Adad, porque en Rosario al pochoclo se le dice así. Y punto. O unas manzanitas acarameladas. O higos.

Una visita a Rosario no es tal si no se ha navegado el Paraná, aunque sea por un rato. Sea en el barco “turístico”, el Ciudad de Rosario, en alguna de las lanchas públicas que sale de la Estación Fluvial o desde la Rambla Catalunya y cruzan a las islas. Si se quiere respetar la “burbuja”, Go Sailing Rosario ofrece un recorrido personalizado en velero y se adentra en mágicos puntos isleños.

El dilema: qué comer

Tremenda oferta gastronómica. Hacer nombres siempre es injusto pero existen “clásicos”. Pichincha tiene infinidad de bares y restos, así como la tradicional avenida Pellegrini con sus pizzerías y choperías. Los bares de zona norte, la Florida y la rambla Catalunya son una cita ineludible cuando el tiempo está amable y las pizzerías de zona sur como Vía Appia o la Santa María.

Irse de Rosario sin probar un Carlito es una afrenta a la rosarinidad. Es un sándwich de miga con kétchup, jamón y queso declarado patrimonio cultural de la ciudad. En Pellegrini, los hay de excelencia, así como en la chopería Gorostarzu de Italia al 300. Aún contra mis principios –no como animales– no puedo dejar de mencionar los restaurantes de pescado como Escauriza, Bajada España o La Marina, cerquita del Monumento.

El bodegón de la ciudad por excelencia desde 1961 es el Comedor Balcarce, conocido por los conciudadanos como “el vómito”. Son tantos y tan buenos: el Wembley, la cantina de Bruno, El Viejo Balcón, Locanda Valentino. La mejor carta gluten free la tiene Pampa. Y, para algo al paso, el bar VIP, aunque sea para decir que fuiste “al bar de Messi”. El Mercado del Patio, frente a la terminal de ómnibus ofrece un recorrido gastronómico distinto con productos frescos, directo de los productores. En el lugar, hay varios restaurantes preciosos para brunchear como Verde que te quiero Verde.

Para beatlemaníacos, Beat Memo, en el que hay un museo gratuito que muestra la vida de los Beatles desde sus inicios hasta su separación en un recorrido multimedia. Interesante carta y menú para celíacos. Rock n´ Feller, el templo del rock, en Oroño o en Alto Rosario es cita obligada. Perdón, se fue la mano con “la morfi” así que vamos al postre.

Rosario no es tal si no se ha navegado el Paraná (Foto Valeria Schapira).

Rosario es, desde 1999, capital nacional del Helado Artesanal. Los de siempre como Bajo Cero, Yomo, Esther, La Uruguaya, Piemonte, Polito aunque se reproducen nuevas heladerías artesanales con gustos apto celíaco #sintacc, veganos, sin lactosa etc. Hay que probar el candy, que es un batido cremoso.

Dónde dormir y cómo llegar

La oferta hotelera es enorme y presenta opciones para todos los presupuestos. Desde hoteles céntricos como Holiday Inn Rosario, elegido entre los mejores de Sudamérica, el Puerto Norte Design construido en los antiguos silos, el hotel casino City center, en el ingreso a la ciudad y una vasta oferta de hoteles tradicionales como el Plaza Real, apart hoteles y Air BNB.

En circunstancias normales, hay ómnibus de larga distancia que salen de Retiro cada media o una hora Se tarda en promedio entre cuatro y cinco, dependiendo del tránsito. En automóvil, en tres horas y algo –café de por medio en San Pedro o por allí- se llega a la ciudad. El tren es más que económico y se viaja súper cómodo. Si bien tarda seis horas, ni lo notás porque podés viajar tomando mate o simplemente mirando el paisaje.

IMPORTANTE: estate atento a los cambios que pueda haber en las disposiciones nacionales y provinciales. Hay atracciones que pueden estar cerradas, así como cambiar repentinamente los horarios de los comercios. En este link del Ente Turístico de Rosario, encontrarás la información fundamental antes de programar un viaje:

 

Fuente: tn.com.ar