12 de julio de 2021

Rosario celebró con orgullo y armó una tremenda fiesta en el Monumento

Con la pandemia como telón de fondo y tras varias finales perdidas, el título de Argentina en la Copa América abrió la puerta al fin a una alegría colectiva. La crónica y las imágenes de una noche en la que nadie quiso irse a dormir primero.

El árbitro uruguayo pitó el final del partido y por unos segundos la incredulidad reinó en el ambiente. De a poco, la alegría se hizo tangible y los gritos eufóricos y descoordinados empezaron a copar los balcones. El aullido de desahogo retumbó en todo Rosario: la ciudad tenía, al fin, un motivo para ser feliz. Como toda la Argentina. Pero con el orgullo de que justo los máximos protagonistas de la noche son dos hijos dilectos: Leo Messi y Angelito Di María.

Los más ansiosos no vieron ni siquiera a Messi levantar la Copa América en el Maracaná, tampoco vieron llorar a Neymar. En menos de diez minutos las cuadras que rodean al Monumento Nacional a la Bandera se llenaron de rosarinos con camisetas albicelestes de todas las épocas. Algunos llegaron en autos, camionetas y motos, otros caminando. Muchos de ellos no habían nacido cuando hace 28 años la selección había conseguido su último título. Otros tuvieron que esperar todo ese tiempo para volver a sonreír gracias al fútbol.

Lara tenía puesta una peluca celeste y blanca, que atesora desde hace más de una década y luce cada vez que juega Argentina. Fue una de las primeras en llegar al epicentro de los festejos. “Siento que la gente tenía muchas ganas de salir a celebrar”, contó a La Capital. Se le notaba la sonrisa detrás del barbijo.

 

Imponente, con un nuevo "video mapping" que ya no lo tenía a Messi como protagonista sino al campeonato, el Monumento fue recibiendo a los cientos y miles y más miles de rosarinos que se acercaron. El sentimiento era unánime. Tras más de un año y medio de pandemia, una pandemia que aún no tiene fecha de expiración, y casi 100 mil muertes por coronavirus en el país, la gente necesitaba un motivo para celebrar. Los rosarinos aprovecharon de la alegría que, en ocasiones, solo el fútbol sabe dar.

Una familia se abrazaba cerca del mástil al grito de “Vamos campeón”. Lloraban porque habían podido ver a Argentina campeón de América y también porque hubo “muchas pérdidas en este tiempo”.

“En estos momentos en los que se está viviendo tan mal, estas cosas te alegran la vida”, resumió una de las chicas entre salto y salto con sus amigos.

Festejos en el monumento tras la consagración del seleccionado argentino en Brasil. Foto Celina Mutti Lovera.

Festejos en el monumento tras la consagración del seleccionado argentino en Brasil. Foto Celina Mutti Lovera.

La emoción se percibía en cada rincón. Hubo banderas, redoblantes, vuvuzelas, camisetas de Newell’s y también de Central. Autos último modelo y otros con mucha experiencia en las calles, gente del centro y de los barrios, familias enteras, parejas y grupos de amigos, todos abrazados bajo una lluvia de espuma que simuló por unos segundos un carnaval. Carnaval en julio y a más de 2.500 kilómetros de Río de Janeiro, donde el plantel levantó la ansiada la copa. Carnaval en la tierra de Lionel Messi, el hombre del que nadie puede evitar hablar. El jugador estrella que, tras mucho renegar, finalmente pudo salir campeón con la camiseta de su país.

Festejos en el monumento tras la consagración del seleccionado argentino en Brasil. Foto Celina Mutti Lovera.

Festejos en el monumento tras la consagración del seleccionado argentino en Brasil. Foto Celina Mutti Lovera.

Un grupo de chicos de 14 años confesaba que todavía no había llorado pero “no falta mucho”. “Lo único que quería es que Messi fuera feliz”, dijo uno. Es la primera vez que celebra un título y sabe que su deseo fue el deseo de muchos más. Algunos aprovechaban también la ocasión para reivindicar a Di María y a esos nombres históricos que tuvieron que pasar por muchas finales hasta poder festejar. Todos coincidían en algo: el orgullo de que Lionel y Ángel sean rosarinos.

Otro nombre inevitable sobrevoló Rosario, Argentina, el vestuario del Maracaná y todo el mundo. Más presente que nunca, la multitud coreaba en la madrugada de este domingo el nombre de Diego Armando Maradona y no se olvidaba ni por un segundo del más argentino de los argentinos. Bajo la casaca celeste y blanca, Giuliana ostentaba orgullosa una remera con la cara del Diez. “Este triunfo también fue por y para él”, señaló.

Festejos en el monumento tras la consagración del seleccionado argentino en Brasil. Foto Celina Mutti Lovera.

Festejos en el monumento tras la consagración del seleccionado argentino en Brasil. Foto Celina Mutti Lovera.

Los teléfonos celulares fueron también grandes protagonistas de la jornada. Sonrisas y lágrimas para las fotos, abrazos, videos y los ojos de toda la ciudad posados en el Monumento. Estaban los miles que desafiaron las restricciones pandémicas y participaron del festejo, barbijos más o barbijos menos, pero fueron muchos más los que eligieron seguir los festejos desde sus casas a través de las redes sociales para cuidarse lo más posible. La alegría no pasó inadvertida para nadie.

Festejos en el monumento tras la consagración del seleccionado argentino en Brasil. Foto Celina Mutti Lovera.

Festejos en el monumento tras la consagración del seleccionado argentino en Brasil. Foto Celina Mutti Lovera.

En medio de la muchedumbre, un chico de 18 años se abría paso con la camiseta argentina en los hombros al grito de “Soy brasilero”. Contó a La Capital que vive hace cinco años en la ciudad y que el partido le costó mucho más de lo que creía. “Me sacaba una camiseta, me ponía la otra”, narró sin dejar de aclarar que estaba “muy pero muy feliz por Messi y Di Maria”.

Festejos en el monumento tras la consagración del seleccionado argentino en Brasil. Foto Celina Mutti Lovera.

Festejos en el monumento tras la consagración del seleccionado argentino en Brasil. Foto Celina Mutti Lovera.

El merchandising albiceleste se ofrecía en diversas formas y precios. Las banderas grandes a 600 pesos, las chicas a 300. El vendedor no paraba de atender clientes, nadie se quería quedar afuera. El humo de los puestos de choripán atravesaba todos los festejos. Fueron muchos los que se olvidaron, por un rato, de que había pandemia. El pochoclero se detuvo solo un momento, entre bolsa y bolsa, para resaltar que “la gente quiere festejar”. La intensidad de la celebración se intensificaba en las cercanías de la explanada del Monumento, donde los barbijos escaseaban y la distancia social era imposible de conseguir. Un poco más lejos, el resto se mantenía en burbujas.

Enfrente, custodiando sus motos y las cajas de delivery, los repartidores de la ciudad también aplaudían a la selección. Fueron de los primeros en llegar. “Llegamos rápido a todos lados, mirá si no íbamos a llegar al Monumento”, bromeaban. Aunque se quejaban de que muchos no habían podido ver el partido completo porque hubo algunos que seguían haciendo pedidos durante el encuentro deportivo.

Festejos en el monumento tras la consagración del seleccionado argentino en Brasil. Foto Celina Mutti Lovera.

Festejos en el monumento tras la consagración del seleccionado argentino en Brasil. Foto Celina Mutti Lovera.

El reloj avanzaba y el tránsito seguía colapsado. Los bocinazos acompañaron la arenga popular hasta entrada la madrugada. Cada vez eran más los rosarinos que querían estar presentes. Faltaban barbijos, sobraban sonrisas. Lejos de terminar, a medida que avanzaban las horas el ritual se multiplicaba en otros puntos de la ciudad. Fue una noche de amor, de alegría colectiva. Una noche sin grieta. Por primera vez en muchísimo tiempo había algo que celebrar y nadie quería ser el primero en irse a dormir.

 

Fuente: La Capital