28 de diciembre de 2021

Una orquesta juvenil como puente a proyectos musicales

El maestro Fernando Ciraolo coordina un proyecto que convoca a jóvenes talentos de distintos barrios de Rosario.

“Estamos ante un hermoso proyecto con jóvenes músicos de nuestra ciudad”. Así presenta el reconocido maestro y director Fernando Ciraolo a la orquesta conformada por chicos y chicas de distintos barrios de la ciudad que la semana pasada se presentó formalmente en el Jockey Club de Rosario brindando un hermoso concierto de Navidad. Esta orquesta busca ser puente para que jóvenes talentosos puedan continuar la carrera musical, con la certeza también de crear un ciclo de conciertos para el próximo año.

“El objetivo principal es hacer buena música con mucha convicción y alegría, como ellos lo manifiestan y que puedan comprometerse en un proyecto diferente”, agrega el director. La orquesta está concebida como un espacio para volcar los conocimientos adquiridos, y que los jóvenes músicos puedan progresar, adquirir experiencia y participar más adelante en otros organismos. “El trayecto que hacen niños o adolescentes desde los primeros estudios hasta la profesionalidad es largo y arduo, una realidad que a veces deja a muchos en el camino”, explica el director acerca de esta iniciativa que lograron concretar en poco tiempo y consideran “un milagro de la Navidad”.

Proyecto Joven es el nombre de la orquesta que de a poco empezará a sonar en distintos espacios de la ciudad. “Es importante entender que la música tiene un fuerte arraigo en el contexto social, que crea identidad y es el elemento motor de una comunidad”, agrega el maestro. Esta pequeña agrupación sinfónica con instrumentos de cuerda, viento y percusión está integrada por veinte chicos y chicas de entre 10 y 21 años. Desde distintos barrios de la ciudad y lugares de formación como las escuelas municipales (Orquesta Barrio Ludueña, Banda de Villa Hortensia) o instituciones privadas, comparten su temprana pasión por la música.

El maestro Ciraolo, director de la Orquesta Sinfónica del Centenario y en el cargo de director de la Orquesta de Cámara Municipal de Rosario y del Ensamble de Vientos Municipal, conversa con La Capital sobre esta convocatoria que logró reunir a jóvenes talentos de Rosario.

—¿Cómo surge este proyecto y en qué se diferencia esta orquesta de otras que ya existen en la ciudad?

—Si terminaron la escuela primaria o secundaria y no adquirieron una fuerte convicción y amor por la música muchas veces no encuentran cómo seguir transitando este camino. Por eso hace unos años, me propuse empezar a proyectar qué hacíamos con estos chicos. Hablé con algunos profesores y convocamos por primera vez a varios adolescentes a participar en el teatro El Círculo de un concierto de película para que puedan tener la experiencia de tocar en una orquesta profesional. Cuatro chicos de los cinco que tocaron en esa oportunidad hoy integran la nueva orquesta. De esta experiencia y otras más surgió la idea de empezar a convocarlos y en veinte días estábamos ensayando, algo que en circunstancias normales nos llevaría como mínimo dos o tres meses. Las familias también lo hicieron posible adoptando el compromiso de llevarlos y trasladándose desde distintos barrios de la ciudad.

—Más allá del contexto o la formación que acredite cada chico, la música siempre crea identidad y pertenencia...

—La música es uno de los factores más importantes de los procesos culturales de una comunidad, y se convierte en un elemento transformador. Partiendo de todo lo bueno que aporte respecto de las emociones, habilidades sociales y creatividad se vuelve necesario crear y articular un espacio para que puedan participar en actividades artísticas grupales. La música activa casi todas las regiones del cerebro que tiene relación con lo motriz, la memoria y el recuerdo. Hay que concientizarse del valor supremo que tiene hacer música, que también lleva implícito compromiso, vocación y deseos de superación constante.

—Puede interpretarse o quizás malinterpretarse que son pocos los chicos y chicas elegidos para integrar esta orquesta.

—Algunos jóvenes seguro se preguntarán por qué no fueron llamados pero en realidad una convocatoria y selección hubiese sido una tarea muy ardua y a largo plazo tratando de escuchar a todos. Por eso se pensó en aquellos chicos que ya conocíamos y otros que fueron sugeridos por sus profesores, encontrando a aquellos que tenían más posibilidades de conformar un proyecto. De todas maneras, si hay chicos interesados y con ganas de estar, por supuesto que los podemos incorporar.

—En su recorrido, dirigiendo casi siempre orquestas de adultos, ¿qué sentido y aporte encuentra al trabajar con niños y adolescentes?

—Hacer música con los chicos siempre es un gran estímulo, además porque me gusta mucho la docencia. Hay una generación muy sana, curiosa y atrevida que se anima a preguntar, opina, cuestiona y entiende que hay otra forma de hacer música, más espontánea y libre, que se disfruta, transmite alegría y que no hace algo por compromiso.

Experiencia compartida

Antes de su primera presentación en público, algunos de los jóvenes integrantes del espacio conversaron con La Capital. Apasionados por la música desde chicos, reconocen que empezaron a tocar un instrumento por curiosidad personal o animados por algún familiar. También saben que ser músicos de una orquesta dirigida por el maestro Ciraolo es una oportunidad de seguir creciendo y que su esfuerzo y dedicación a tan corta edad hoy tiene su recompensa.

Lorenzo Fernández Berge y Fabricio Ynsaurralde, de 16 y 15 años, pertenecen a la banda de Villa Hortensia y son los primeros que se acercan a conversar. Con distintas motivaciones, cada chico cuenta cómo se vinculó con la música. A Lorenzo, hijo de un músico, su interés por aprender a tocar un instrumento se lo transmitió su familia. El adolescente toca el trombón desde los ocho años y tiene en claro el paso siguiente dentro de su formación. “Estaba esperando terminar de cursar tercer año de la secundaria para poder anotarme en la Escuela de Música”, cuenta.

Hasta hace dos semanas atrás, Fabricio nunca había escuchado hablar del maestro Ciraolo y hoy es parte de su orquesta. “Mi plan es aprender a tocar la mayor cantidad de instrumentos posibles”, afirma entusiasmado. Al igual que Lorenzo, empezó tocando el trombón aunque luego se inclinó por el eufonio o bombardino: “Lo elegí —dice— porque no había ningún chico que tocara este instrumento”. Fabricio comenzó a formarse en el Distrito Noroeste hasta que tuvo que cambiar de escuela y continuar en Villa Hortensia. “Decidí empezar música porque en la escuela me hacían bullying y el pediatra le dijo a mi mamá que necesitaba realizar alguna actividad. Un día haciendo trámites en el distrito me enteré que estaba la Escuela Orquesta del Barrio Ludueña”, cuenta. El adolescente reconoce que al principio le costó un poco pero con el tiempo hizo nuevos amigos.

En la percusión de la orquesta está Marcos Vergara y su encuentro con la música difiere bastante del resto. “Un día conocí a un baterista en la iglesia que me regaló los palillos y después de ese encuentro pedí una batería para Navidad”, relata el chico de 16 años. Así fue que empezó a tocar batería a los seis en una academia particular. Unos años más tarde se anotó en el orquesta del Ludueña y se animó a incursionar en la percusión sinfónica.

Suenan los violines

Al otro lado del salón se encuentran las y los violinistas, listos para dar inicio al último ensayo antes de la presentación. Con su instrumento en mano y como no podía ser de otra manera, Bianca Laura cuenta que sus padres se conocieron en una orquesta y que su mamá también tocaba el violín. “Primero probé con piano pero no duré mucho y a los cuatro años ya quería tocar el violín, me gustó y quedé súper enganchada”, cuenta la joven que tomó varios años de clases particulares y el año que viene empezará el profesorado de cuerdas en la Escuela de Música.

“Nunca sabés si te va a gustar la música hasta que probás, puede ser con amigos o en cualquier grupo siempre que haya tiempo y ganas”, dice Bianca animando a otros jóvenes. Como integrante también de la Orquesta Escuela de Tango y la Camerata Prater, hace referencia a las horas de ensayo y al tiempo que necesita dedicarle al estudio personal para seguir avanzando. “Tres o cuatro horas diarias sería lo ideal pero si tenés alguna molestia o calambre hay que pausar para evitar una lesión”, resalta. Respecto de la convocatoria para integrar este nuevo proyecto dice: “Me pareció una propuesta muy interesante que además me permite relacionarme con gente de mi edad algo que no me había pasado hasta ahora en las otras agrupaciones”.

En esto coincide con Nabilah Febré, otra de las chicas violinistas de la orquesta. Se conocieron en un concierto de jóvenes talentos convocadas también por el maestro Ciraolo y hoy la música las vuelve a encontrar. A la hora de conversar, las jóvenes son las más desenvueltas y demuestran su temprana pasión por la música. “Muchos llegan a la música pensando que es algo fácil pero lleva dedicación y también hay que hacerlo buscando el disfrute y la felicidad”, admite Nabilah con 15 años recién cumplidos. La joven violinista que empezó en la Escuela Orquesta del Barrio Ludueña y continúa su formación en la Escuela Municipal de Música Juan Bautista Massa, compartió escenario con grandes músicos y anhela convertirse algún día en solista.

“Integrar esta orquesta es una oportunidad única, que además nos puede abrir un montón de puertas y caminos”. En otra entrevista para este diario, Nabilah contaba que a los cuatro años le regalaron su primer violín y desde ese momento la música ocupa un lugar importante en su vida.

A su lado está Lucas Vallejos de 18 años, también violinista convocado para integrar la orquesta, una oportunidad que lo trajo de vuelta a los ensayos luego de atravesar problemas de salud y dejar un tiempo la música. “Aprendí a tocar desde pequeño y a los 10 años ya estaba en la orquesta juvenil con los más grandes y haciendo obras más difíciles, que era lo que yo quería”, cuenta orgulloso el joven que le falta un año para terminar la secundaria en una escuela técnica y planea continuar estudiando en el profesorado de música, dar clases y también estudiar dirección orquestal. “Mantener el hábito de estar con el instrumento y poner retos a futuro es lo más difícil. Para quienes recién empiezan, mi consejo es que prueben tocar diferentes instrumentos hasta que encuentren uno en el que se sientan cómodos”, sostiene el joven.

Elián Ferreyra empezó tocando el oboe y con ese instrumento se quedó. Al escuchar a sus compañeros hablar de sus inquietudes y preferencias, enseguida comparte la anécdota que lo llevó hasta allí. “Buscando hacer alguna actividad que estuviera cerca de mi casa, me enteré que había una orquesta que funcionaba dentro del distrito. Antes de empezar fui a ver varios instrumentos y el contrabajo era el que más me gustaba pero no sé qué pasó que me encontré cursando el primer día una clase de oboe. Ahora me doy cuenta que fue una confusión afortunada, aunque muchas veces pensás que ese instrumento no es para vos y que en tiempos de virtualidad costó seguir, todo cambia cuando tocás en un grupo o en una orquesta y te sentís parte. Entonces entendés que hay que seguir desarrollándose para ser mejor”, expresa con tanta claridad el adolescente de 15 años.

La orquesta Proyecto Joven está integrada también por Maximiliano Balbuena, Maite Barbosa, Gastón Barrios, Perla Benítez, Agustín Berón, Maitena Castro, Elías Divanni, Gonzalo Ledesma, Juan Ortiz, Agustín Ríos, Priscila Ríos y María Paula Villarreal.

 

Fuente: La Capital