16 de diciembre de 2020

Nicola Costantino, una artista que valora sus raíces rosarinas

Formada en la Universidad Nacional de Rosario a la par de la vuelta de la democracia, la notable artista reconoce la importancia de sus años formativos en la ciudad. En un nuevo “Cara a Cara”, el ciclo de charlas organizado por Fundación Rosario, la protagonista detalla sus inicios en el arte y la actualidad atravesada por la pandemia.

Nicola Costantino nació en Rosario, Argentina, el 17 de noviembre de 1964, en el seno de una familia de origen italiano. En su casa, el uso de la lengua castellana le estuvo vedado hasta bien entrada la adolescencia, y con ello, sólo entonces tomó algún contacto con las artes visuales a través de un libro sobre pintura adquirido por el segundo marido de su madre. “Yo no sabía nada sobre lo que era ser artista, y menos aún lo que era el arte contemporáneo. En su momento no solo no había Internet, sino que ni siquiera habían galerías de arte. Así y todo yo desde muy chica sabía que quería ser una artista, desconociendo totalmente la vida de quienes seguían este camino”, cuenta la protagonista en el Instagram Live organizado por Fundación Rosario (@fundacionrosario).

Ya en la adolescencia creció en el taller de ropa de su mamá. Recuerda que llegaba de la escuela e iba a diseñar vestidos, y con 13 – 14 años, era quien le daba el toque de creatividad. “Siempre digo que ahí desarrollé la habilidad de manejar las formas, me hice escultura en ese momento, en esa situación”, agrega.

Nicola se inscribió en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Rosario cuando terminó el colegio secundario. Allí, en medio de la algarabía provocada por la restitución democrática, Fernando Farina marcaba el paso al frente del alumnado y Eleonora Traficante allanaba el camino ya como docente: “Mi secundaria coincidió con la dictadura, yo termino mis estudios en el año 1982 y no veía la hora de culminar para dedicarme a lo que yo realmente quería hacer. Me empecé a dedicar a ello y coincidió con la vuelta de la democracia, por lo que fue un momento hermoso, y Rosario me permitió vivirlo mejor de lo que pude haberlo vivido en Buenos Aires”.

“Si bien no conocía otra, la Facultad me parecía genial. Recuerdo que los profesores que estaban durante la dictadura no continuaron por diversos motivos, y no había profesores por lo que había que rehacer el programa porque nadie quería seguir con los contenidos que se estudiaban por esos años anteriores”, agrega la rosarina.

Cuenta que se encontró con una Facultad de los alumnos, que solamente no dormían allí pero era su segunda casa. Narra que los estudiantes de los últimos años empezaron a asumir el rol de profesores: “Quizás en el momento no lo valoré, pero con el tiempo me fuí dando cuenta de que fue una de las mejores cosas que me pudo pasar en la vida, el hecho de tener esa libertad y protagonismo en mis primeros años de formación dentro del arte. Formarme en Rosario fue lo mejor que me pudo pasar”, completa.

A lo largo de 1992, una beca de la Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Santa Fe le permitió viajar regularmente a Buenos Aires y tomar clases con el escultor Ennio Iomi. Pero aun con ello no interrumpió su formación paralela: en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Rosario, tomó lecciones de taxidermia y aprendió a embalsamar y momificar animales.

Cochon sur Canapé, una performance gastronómica presentada en mayo de 1993 en el Museo Juan B. Castagnino de Rosario, exhibió por primera vez los resultados de la combinación de tan variadas fuentes. “Lo considero mi primer trabajo como artista. El tema de la comida era algo que a mi me interesaba y me interesa. Lo que se come ahora está bajo la lupa de muchos análisis a diferencia de antes, pero a mí me interesaba cómo se reflejaba el consumismo en lo que nosotros elegíamos comer, y cómo esos cuerpos de animales sufrían eso”, cuenta la artista.

Agrega que fue una performance donde ella servía lechones y pollos en una cama de agua, y la gente llegaba y se encontraba con eso, perdía la timidez y se abalanzaba sobre la comida. “Yo tenía todo un trabajo de los animales que comemos, momificados y envasados al vacío, lo que producían un poco de rechazo y también se me deterioraba, por lo que no era lo que yo buscaba. Así empecé a investigar y llegué a la técnica de calco, o sea hice un calco de los primeros chanchitos, y así llegué a hacer los chanchos bola”, una realización que caracteriza a la artista.

Nicola cuenta que siempre busca usar todos los sentidos en el arte: “La forma que yo presento esta performance gastronómica es descontracturante, y yo veo a la gente feliz, que se transforma, que le llega al corazón mediante todos los sentidos y es lo que debe hacer una obra de arte”.

Costantino fue elegida como una de las mujeres destacadas con el Premio Mujeres 2020, en la Fundación Proa, y en el marco de la muestra Crear Mundo. El espíritu de los premios este año estuvo destinado a celebrar a las mujeres con personalidad, emprendedoras, creativas, exitosas que, en un año tan especial, redoblaron sus recursos y esfuerzos para salir adelante. Sobre esta nueva normalidad, Nicola cuenta cómo se encuentra actualmente: “En este momento expongo en cualquier lugar sin interesar la galería ni el museo, y lo que estoy abrazando es dejar de hacer obra única, sino que busco aumentar la cantidad de producción, me interesa que la obra baje de precio, sea accesible y se consuma”.

“Durante la cuarentena empecé una obra diferente, dedicada a la belleza. Son todas cerámicas que mediante una técnica japonesa, hermosa y difícil, estoy tratando de democratizar el arte, aumentar la producción para que el arte sea para todo el mundo. Veníamos muy encerrados en nuestro mercado, y ahora los artistas están haciendo de todo. Un poco para seguir sobreviviendo, sí, pero también para sentir el para quién trabajamos y quiénes lo consumen”, concluye la artista.

 

Por Matías Zupel | Fundación Rosario

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