31 de enero de 2023

La nueva generación de Bodega Araujo que logró la certificación de Empresa B

La bodega de capitales rosarinos que dirige Carlos Araujo es una de las cuatro en todo el país que tienen esta certificación. La firma logró así un nicho asegurado: gente que sabe disfrutar de un vino premium de tipo orgánicos hecho por empresas preocupadas por el cuidado del medio ambiente y su impacto social

La certificación de empresa B es uno de los nuevos retos de las grandes empresas en el mundo, un cambio de paradigma total de triple impacto: empresas con compromiso social, de cuidado del medio ambiente y proyecto rentable económicamente. En el caso de la bodega, el camino que inició Carlos en 2017 fue, primero, el de convencer a todo el directorio de que la evolución de la bodega iba por ese rumbo, pensando en un nuevo consumidor que está dispuesto a pagar un poco más sabiendo que lo que consume tiene esta mirada. Carlos estaba convencido de que ese era el camino y los resultados le dieron la razón: “Comercialmente esta certificación nos da una gran fuerza de venta no sólo en el mercado interno, sino que también nos posibilitó exportar a nuevos países donde es el Estado el que compra y prioriza a las Empresas B”, explica Carlos en esta entrevista con Negocios.

El proceso para certificar les llevó cuatro años, de los cuales en los primeros tres los viñedos eran auditados para chequear que no utilizaran ningún agroquímico y luego vino la constatación de las políticas sociales y económicas. Tras ese periodo el vino de la Bodega fue considerado 100% orgánico porque no le agregan sulfito, contiene levaduras naturales, se hacen con fermentación natural, tienen tratamiento de efluentes, es decir, el 100% del proceso más todo el paradigma del negocio está pensado para ser sustentable. En lo que respecta a lo social, Carlos detalla que “nos comprometimos con el entorno, generando recursos humanos que puedan estar trabajando contentos, pensando en la inclusión social, apadrinando merenderos, trabajando con fundaciones y ONG”.

Una de estas políticas está orientada a que los empleados del viñedo utilicen horas de trabajo para finalizar la escuela o la facultad. “Eso tiene que ver con el factor económico, donde para certificar Empresa B se exige una mejora continua de los recursos humanos. Con capacitaciones en todas las líneas, porque es importante explicarle a un regador que antes con una mochila tiraba herbicida por qué ahora debe tomar la pala y sacar cada maleza de forma manual”, cuenta Carlos. Justamente la certificación en el viñedo fue la parte más difícil del proceso, porque al no poder utilizar agroquímicos se las ingeniaron para retirar los pastos con ovejas que las van controlando para que hagan el proceso sin dañar las plantas.

 

Un rosarino entre viñedos

Los Araujo son una familia de empresarios ligados más al sector metalúrgico, que también tienen inversiones inmobiliarias y agropecuarias. Con campos en San Luis, dedicados a la cría ganadera de raza Hereford con 1.200 madres, Carlos recuerda su niñez más ligada al campo que a la metalmecánica, porque siempre prefirió el contacto con la naturaleza. Por eso, a la hora de elegir su destino, se formó como Licenciado en Agronegocios en la Universidad Tecnológica y luego hizo un MBA en la Universidad Austral. “Mi papá, también Carlos, comenzó a comprar viñedos en 2001 en la región de Villa Atuel en San Rafael, Mendoza, eran fincas que pertenecían a la familia Arizu, por eso nuestro vino Nucha se llama así en honor a Nucha Arizu, la primera dueña y trabajadora de esa tierra”, cuenta.

Al principio del año 2000 las inversiones fueron pensadas más como un hobbie, un campo para ir con amigos y tomar buen vino, pero luego cuando Carlos comenzó a formarse en Agronegocios el proyecto evolucionó y tomó otro rumbo. Hoy es una empresa netamente familiar, con 75 hectáreas en producción, 16 variedades de uvas, 60 empleados, más 230 cosechadores que se suman en la época de trabajo más intenso. Carlos cuenta un detalle curioso, en la cosecha el 80% son mujeres, porque “son más prolijas y cuidan mucho mejor la planta al tomar la uva”. Los vinos que comercializan hoy son de alta gama, como el llamado Graciano, por su abuelo, y media gama como Mimi, que es el nombre de su hermana. Y son vinos premiados: el año pasado fueron distinguidos en la World Bulk Wine de Holanda y el anterior recibieron la medalla de oro en la feria más importante del vino a nivel internacional, la Prowein en Düsseldorf, distinción que les triplicó el precio de su marca.

Laura Araujo trabaja cada día en la Bodega

Dentro de su apuesta social y de inclusión, trabajan en la Bodega tres personas con capacidades diferentesDos están en Mendoza, y Laura Araujo, prima de Carlos, en Rosario. “Mi trabajo es etiquetar las botellas especiales, eso es lo que más me gusta”, dice Laura en la visita de Negocios a las oficinas locales. Además, trabaja en administración ordenando los papeles por fecha y ordenando todo. A la pregunta de si le gusta este trabajo sonríe y responde: “Demasiado”.

 Fuente: DiarioLaCapital

Fotos: Silvina Salinas / La Capital

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