16 de junio de 2021
De Rosario al mundo, la Bandera de Belgrano
El historiador Miguel Ángel De Marco (h) narra el vínculo que se originó entre los rosarinos y el prócer desde aquel febrero de 1812 tan significativo para la historia e identidad de la ciudad y el país.
Por Miguel Angel De Marco (h)
Se cumplirán 201 años de la muerte de Manuel Belgrano, ocurrida un 20 de junio de 1820. Sin embargo, pocos próceres de la Independencia son recordados por los rosarinos de manera tan vívida, con cariño y gratitud. Mucho tiene que ver esa “sentida presencia” con el tremolar sin pausa de la bandera celeste y blanca por el creada en esta ciudad, un 27 de febrero de 1812, y el imponente Monumento Nacional a la Bandera que recuerda dicha gesta.
La relación de Belgrano con los habitantes de la entonces aldea de Rosario surgió apenas producida la Revolución de Mayo de 1810, la que conoció de paso en su misión a Paraguay. Con sus modestas viviendas, calles sin veredas y mal trazadas era no obstante un oasis para el viajero en medio de la desolación, porque en ella se podía proveer de agua y víveres. Por su posición estratégica fue el paso obligado de las tropas de los primeros gobiernos patrios en su empeño de expandir su influencia al resto de las provincias y al mismo tiempo una atractiva fuente de aprovisionamiento para el gobierno realista pertrechado en Montevideo y que quería sofocar el proyecto nacido en Buenos Aires, su tradicional rival. La “atmósfera apacible» de ese caserío rural, se disipó para siempre y se convirtió en un cuartel.
El 7 de febrero de 1812 Belgrano volvió a Rosario con un numeroso contingente militar pero esta vez para quedarse por unas semanas hasta concluir la construcción de dos baterías de cañones con las que se aspiraba repeler el paso de las escuadras enemigas. La de la isla fue denominada “Independencia”, y la de tierra firme “Libertad”. Los vecinos colaboraron en tal cometido, con donaciones de materiales y con mano de obra.
Cuando aún no había finalizados los trabajos corrieron rumores que una flotilla española se aproximaba con la misión de apoderarse de la Bajada del Paraná (Paraná), lo que hubiera implicado un golpe funesto a la causa revolucionaria. Fue entonces que Belgrano creyó llegada la hora de crear una cucarda que distinguiera a las tropas patriotas de las realistas: una “escarapela nacional”.
El 13 de febrero de 1812, desde su campamento de Rosario escribió al “Exmo. Gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata: “Parece que es llegado el caso de que V.E. se sirva declarar la escarapela nacional que debemos usar, para que no se equivoque con la de nuestros enemigos y no haya ocasiones que puedan sernos de perjuicio”. Por entonces se conoció en Buenos Aires la noticia de que Venezuela había declarado su independencia el 5 de julio de 1811. En ese clima de euforia no dudó en conceder lo peticionado por Belgrano, determinando por decreto de 18 de febrero: “se haya, reconozca y use la escarapela nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata, declarándose por tal la de dos colores blanco y azul celeste y quedando abolida la roja con que antiguamente se distinguían”.
De esta manera quedaba oficialmente reconocido el primer símbolo patrio creado en Rosario que era el usado por la Sociedad Patriótica e incluso algunos regimientos patrios liderados por los oficiales más vinculados a tal grupo, con colores que representaban un gobierno propio diferente al existente en tiempos del Virrey. El blanco y azul celeste, eran los colores del escudo de Buenos Aires, del terruño porteño, de la patria chica, empeñada en extender la llama revolucionaria y su dominio sobre el resto del ex virreinato del Río de la Plata.
Algunas mujeres, por encargo de Belgrano habrían comenzado a confeccionar las escarapelas para ser estrenadas por oficiales, soldados y milicianos en la inauguración de la batería isleña, fijada para el 27 de febrero. Disponían de menos de una semana. Fue quizás en esa instancia, y durante ese fervor que decidió enarbolar una bandera con los colores de la escarapela. La tradición oral se refiere a que doña Catalina Echevarría de Vidal, anfitriona del prócer, intervino en la confección de la enseña.
Es el propio Belgrano que en carta al gobierno anticipa el 26 de febrero su pensamiento con respecto a la conveniencia de enarbolar banderas en las baterías. “Las banderas de nuestros enemigos son las que hasta ahora hemos usado, pero ya que V.E. ha determinado la escarapela nacional con que nos distinguimos de ellos, y de todas las Naciones, me atrevo a decir a V.E. que también se distinguen aquellas, y que en estas Baterías no se viese tremolar sino las que V.E. designe”. Y como si no fuera poco haberse referido a una enseña que los diferenciara “de todas las naciones”, lo que con claridad refleja “un proyecto de país” soberano culminó su misiva con la siguiente exhortación: “Abajo, Señor Excelentísimo, esas señales exteriores que para nada nos han servido, y que parece que aún no hemos rotos las cadenas de la esclavitud”.
De puño y letra de Belgrano sabemos que ocurrió el 27 de febrero de 1812, cuando informó al gobierno sobre la creación de la enseña patria: Belgrano lo comunicó al gobierno en estos conocidos términos: “Exmo. Señor. En este momento que son las seis y media de la tarde se ha hecho salva en la Batería de la Independencia y queda con la dotación competente para los tres cañones que se han colocado, las municiones y la guarnición. He dispuesto para entusiasmo de las tropas y estos habitantes, que se formen todas aquellas y las hablé en los términos que acompaño. Siendo preciso enarbolar Bandera y no teniéndola la mandé hacer blanca y celeste conforme a los colores de la escarapela nacional: espero que sea de la aprobación de V.E.”.
La proclama de Belgrano revela con claridad su vocación emancipadora y que su bandera trascendía la condición de distintivo militar. Aquella arenga fue el momento más emotivo de la ceremonia que llegó a su punto culminante cuando justificó su decisión de dotar de un emblema a la nueva causa.
Desde su caballo exclamó: “Soldados de la Patria: en este punto hemos tenido la gloria de vestir la escarapela nacional que ha designado nuestro Exmo. Gobierno: en aquél, la batería Independencia, nuestras armas aumentarán las suyas; juremos vencer a nuestros enemigos interiores y exteriores y la América del Sud será el templo de la Independencia, de la unión y de la libertad. En fe de que así lo juráis, decid conmigo: ¡Viva la Patria!”. Los vítores de la tropa y la población, seguida del estruendo de los cañones quebró el silencio, retumbando por la pampa y el río Paraná.
Según el testimonio de antiguos vecinos el escenario de aquella solemne reunión fue en las “Barrancas de las Ceibas”, el punto más saliente del terreno de una barranca de 20 metros de altura que se encontraba “en el paraje comprendido entre las calles Santa Fe y Córdoba”, donde actualmente se encuentra el Monumento Nacional a la Bandera. Por lo tanto, es indiscutible que la oficialización de la escarapela y la Bandera Nacional fue iniciativa de Manuel Belgrano, obra de su coraje y convicción, y que ambos símbolos de la patria nacieron con la participación y apoyo indispensable de los rosarinos. Con todo derecho, la ciudad puede preciarse en ser la Cuna de la Escarapela y la Bandera Nacional.
Los protagonistas aquel día fueron: Manuel Belgrano; la tropa compuesta principalmente por el Batallón N.5 de Infantería, otros cuerpos de ejército, un piquete de artillería y los milicianos rosarinos; los habitantes de la aldea; el cura de la Parroquia de la Virgen del Rosario, Julián Navarro, quién habría bendecido la bandera; el funcionario y comerciante santafesino Cosme Maciel, el primero en enarbolarla; y Catalina Echevarría de Vidal; quién habría intervenido en la confección de la Bandera.
No se encuentra documentada la cantidad y disposición de las franjas de la Bandera, pero la hipótesis más fundada es que la misma constó de dos fajas horizontales e iguales, blanca la superior y celeste la de abajo, conforme a los colores de la escarapela decretada por el Triunvirato.
El Día de la Bandera se festeja el 20 de junio desde hace precisamente 83 años, cuando el Congreso Nacional por ley decidió honrar de esa manera el paso a la inmortalidad de su creador, argumentando además que de esa manera se favorecería la participación de los escolares a diferencia de lo que ocurría en febrero cuando se encontraban en el receso estival.
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